HABLAR DE LA MUERTE CON LOS NIÑOS Y NIÑAS DE LA PRIMERA INFANCIA

INTRODUCCIÓN

La muerte es un hecho ineludible que forma parte de la vida. El temor que experimentamos las personas adultas ante esta situación hace que en ocasiones elijamos ocultar, suavizar y acabar dando explicaciones erróneas a los niños y niñas que les producen confusión.

Es habitual tratar de proteger a los niños y niñas y pensar que protegiéndolos de la muerte les ahorramos sufrimiento, pero esto no es así:  los apartamos de un evento fundamental al que tarde o temprano van a tener que enfrentarse (muerte de una planta, muerte de una mascota, muerte de un familiar muy cercano), es imposible evitarles todo el dolor. De hecho, si las criaturas crecen sin exponerse al “mínimo” sufrimiento, serán más propensos a la frustración y no desarrollarán las habilidades necesarias para afrontar situaciones difíciles con las que inevitablemente se van a encontrar

De nuestras explicaciones sobre la muerte dependerá la forma en que las criaturas vivan su primer duelo, que suele marcar las demás experiencias de pérdida que sufrirán y, especialmente, las experiencias de muerte que se encuentren.

PROBLEMAS PARA ABORDAR EL DUELO CON LOS NIÑOS Y NIÑAS

  • La muerte para nuestra cultura es un “tabú”, palabras como “muerte”, “muerto”, “moribundo” o “enfermedad terminal” nos impresionan y las sustituimos por otras expresiones que consideramos más amables, pero que alejan la realidad de la muerte, como: “Se fue”, “Nos ha dejado”, “Ahora puede descansar “, “Está en otro lugar “. 
  • Nuestro propio temor a la muerte y el impacto emocional que vivimos tras la pérdida de un ser querido, nos dificulta la comunicación a los niños y niñas y nos  aferramos a excusas como “Es muy pequeño”, “No lo va a entender”, “Se puede traumatizar “, “No es necesario que sufra“ y así le desprotegemos de un hecho tan cierto como la vida, la muerte, a la que antes o después van a tener que enfrentarse.   

QUÉ CONCEPTOS DEBEMOS TENER EN CUENTA PARA HABLAR DE LA MUERTE A LOS NIÑOS Y NIÑAS DE LA PRIMERA INFANCIA (0-6 AÑOS)

  • La irreversibilidad de la muerte, el objetivo es que el niño y la niña entienda que la muerte es permanente, que no hay vuelta atrás, que la muerte es el final de la vida. Las metáforas que utilizamos los adultos les confunden: “El abuelo se ha ido”, “el perrito se ha quedado dormido en un sueño muy largo”, para los niños y niñas de estas edades que interpretan la información de forma literal, quien se ha ido puede volver, quien se ha dormido puede despertarse. Evitar estas metáforas y explicar que la persona que se ha ido no va a volver. 
  • Universalidad: Todos los seres vivos mueren en algún momento. Los niños y niñas creen que aquello que les es cercano nunca va a dejar de existir. En un momento comienzan a preguntarse a quién afecta la muerte y la respuesta es que todos vamos a morir, este descubrimiento puede causarles temor. Para evitarlo, ante la temida pregunta “¿Y tú te vas a morir?, las respuestas que les podemos ofrecer para tranquilizarles son las que utilizan la postergación (ocurrirá con el paso del tiempo): “Sí, cariño, yo me voy a morir, pero cuando haya pasado mucho, mucho, mucho tiempo” o “Yo me voy a morir cuando tú seas muy mayor y puedas cuidarte solo”, “Claro, cariño, pero cuando yo muera tú serás más mayor, habrás hecho muchas cosas, habrás terminado el colegio, tendrás una familia, trabajarás…”.
  • La muerte tiene una causa física, es necesario que el niño y la niña entienda que la muerte se produce por una causa, que las personas no mueren de nada o sin una causa física y que todas las funciones corporales dejan de funcionar, no oyen, no nos ven, no hablan, no sienten dolor, no nos vigilan.
  • Es fundamental explicarles a los niños cuál ha sido la causa exacta de la muerte del ser querido. No hace falta entrar en detalles innecesarios, una explicación donde le contemos que el corazón de la persona fallecida dejó de latir, o que sus pulmones ya no funcionaban, o que su cuerpo dejó de funcionar es suficiente para que los niños y niñas pequeños comprendan las causas físicas que han provocado la muerte.
  • Cuando el niño y la niña entiendan que esas funciones se han interrumpido podemos explicarle lo que significa que una persona “está viva en nuestro recuerdo”, para construir estos recuerdos es importante hablar del fallecido con la máxima naturalidad posible. 

QUIÉN, CÓMO, CUÁNDO Y DÓNDE COMUNICAR LA MUERTE A LOS NIÑOS Y NIÑAS

  • Es aconsejable que se lo comuniquen las personas más queridas y cercanas a las criaturas. De manera calmada porque las emociones desbordantes pueden asustarles. 
  • La comunicación debe hacerse lo antes posible, en un lugar íntimo para que pueda expresar sus emociones con libertad.
  • No es necesario transmitir toda la información de golpe, se puede contar lo esencial y después a partir de sus preguntas añadir detalles. Sabiendo y asumiendo que habrá preguntas que no sabremos contestar. 

ACOMPAÑAR EL DUELO

Niños y niñas de 0 a 2 años

Entre los cero y los dos años no hay una comprensión de la muerte, hay una percepción de la ausencia de una figura con la que haya estado habitualmente en contacto y haya formado parte de su vida cotidiana.

Los niños y niñas de estas edades construyen vínculos afectivos fuertes con las personas de su mundo de cercano y cotidiano, son sensibles a los cambios que se producen en su entorno, viven el duelo asociado a la ausencia, pero siempre que haya tenido una relación estrecha y continuada (abuelos, tíos muy presentes). 

Los niños y niñas pequeños se expresan a través de sus emociones, pueden mostrarse más irritables, más llorosos, tener dificultades para dormir o comer… en su vida se ha producido una situación que rompe con la estabilidad precedente y lo muestran con el lenguaje que tienen disponible que es el corporal. Es la manera de reclamar que la persona que lo atendía regrese junto a él y se haga cargo de su cuidado como antes. 

A medida que el niño y la niña se van acercando a los dos años, hay una evolución de la memoria y el lenguaje, y las reacciones son más intensas: ya no sólo percibe la ausencia, sino que aparece el temor a que la persona querida no vuelva.  La expresión no es sólo desde la emoción, sino que puede ser verbal. Pueden producirse regresiones: volver al dedo o al chupete, pedir biberón, si comenzaban a controlar los esfínteres interrumpir el proceso, querer dormir con las figuras de apego, aumento de rabietas… 

La actitud de las personas adultas:

    • De comprensión de lo que el niño o la niña está sintiendo y de tolerancia a esta necesidad de volver a hábitos que parecían superados, o retroceder en algunos que estaban adquiriendo, como un recurso del niño/a para encontrar la seguridad y afrontar la situación, y poner palabras para que pueda comprender el proceso: “parece que necesitas el chupete porque echas de menos a la abuela”, “no pasa nada si no tienes mucha hambre, puedes comer más en la merienda”
    • Por las características de los niños y niñas de 0 a 2 años el acompañamiento en los momentos de duelo tenemos que proporcionárselo a través del contacto afectivo, amoroso, no invasivo, para que se sientan protegidos y seguros emocionalmente y luego con las palabras, sabiendo que seguramente no nos va a entender por el significado de las mismas sino por la sonoridad, por la suavidad, por el ritmo, por la relación directa con la mirada, su mirada y la nuestra en un encuentro, nos va a entender por la emoción que le transmitimos a través del contacto.
    • Mantener una actitud honrada y sincera, sin engaños, reconociendo y nombrando lo que estamos sintiendo los adultos: “hoy estoy triste porque se ha muerto la abuela y la echo de menos”. Son muy sensibles a las emociones y estados de ánimo de sus figuras de referencia, captan las emociones profundas que están viviendo, aunque los adultos traten de disimularlas. Si las expresamos empatizarán con nuestra emoción y además les estamos ayudando comprender las emociones y a poder expresar con legitimidad las suyas. En la medida de lo posible ofrecerles estabilidad y continuidad con lo que era, antes del suceso, su vida cotidiana porque es su marco de seguridad.

Niños y niñas de 2,5 años a 6 años

En esta franja de edad, más cuanto más pequeños conciben la muerte como algo temporal y reversible, creen que la persona está durmiendo, y piensan que puede despertar de ese estado en algún momento.  Están en la etapa de la imaginación, piensan que la persona fallecida vive de algún modo y puede comer, sentir frío o calor, oír, hablar, pensar y mirarnos desde donde se encuentre.

Es una etapa en la que el personalismo domina la comprensión de las cosas, su “Yo” se ha construido y se sienten tan potentes y competentes que pueden creer que los acontecimientos están ligadas a ellos. Es posible que en este periodo haya momentos en los que los menores piensen que la muerte es contagiosa, pero es debido al pensamiento mágico. En esta etapa aparece la sensación de creerse invencibles (se identifican con los superhéroes), es decir piensan que las personas a las que quieren y ellos mismos siempre estarán vivos. 

La actitud de las personas adultas:

A partir de alguna experiencia próxima (muerte de una mascota, muerte de algún familiar propio o de algún amigo, por alguna narración de cuentos, por una conversación en el cole…) o por maduración cognitiva, aparece la curiosidad por la muerte, y el temor a la propia muerte y a la de las personas de su entorno, así como su preocupación acerca de si van a estar cuidados o no. El niño y la niña se hacen muchas preguntas para poder comprender el mundo, es la época de los ¿Por qué?, el tema de la muerte será también objeto de su curiosidad y harán muchas preguntas del tipo: ¿Dónde está?, ¿Tiene frío, puede comer y beber?, ¿Puedo hablar con él o ella?, ¿Por qué no viene?, ¿Vendrá a mi cumpleaños, Navidades, …?

  • Los adultos tenemos que aprovechar las ocasiones que nos brindan los niños y niñas para hablar de la muerte, los acontecimientos cotidianos a partir de los cuales les surjan preguntas sobre el tema, y no esperar a que los acontecimientos sean tan próximos que nos impidan hablar con tranquilidad. 
  • Responder a las inquietudes que plantean los niños y niñas de manera clara (sin eufemismos), concreta, honesta y real. Si algo no sabemos responder lo reconocemos, no pasa nada por decir al niño/a: “No sé qué decirte, no puedo contestarte a eso porque no lo sé”. Sus preguntas son una oportunidad para conocer qué idea tiene sobre la muerte. 
  • Las ideas principales que es importante que les queden claras para la elaboración adecuada del duelo (Pto. 2): que es el final de la vida, irreversible, que tiene una causa física, que todos los seres vivos nos morimos…). Se pueden ilustrar las explicaciones con ejemplos cotidianos de la naturaleza (plantas y mascotas) y con las narraciones de cuentos.  
  • Mostrar una actitud comprensiva y empática antes las reacciones de los niños y  niñas durante el duelo: pueden aparecer conductas para comprobar la realidad de la muerte, como una negativa a comer a ver si viene el fallecido a alimentarle, rabietas, ansiedad en las separaciones de las personas que quiere, regresiones en los hábitos adquiridos, pesadillas, miedos… Esta actitud del adulto les proporciona la seguridad que en este momento necesitan, estando cerca para que sientan que sus cuidados están garantizados, hablándoles con sinceridad de nuestros sentimientos y emociones, permitiendo las regresiones, …

Bibliografía:

  • HABLEMOS DEL DUELO. Manual práctico para abordar la muerte con niños y adolescentes. Fundación Mario Losantos del Campo.
  • Gorosabel-Odriozola, M. y León-Mejía A., La muerte en educación infantil: algunas líneas básicas de actuación para centros escolares, Revista Psicología Educativa, Sep. 2015
  • Arnaiz, V. «Diez propuestas para una pedagogía de la muerte», Revista Aula de Infantil, nº 12 
  • Arnaiz, V., Moll M. «Listado de cuentos» Revista Aula de Infantil nº 12

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