HABLAR DE LA MUERTE CON LOS NIÑOS Y NIÑAS DE LA PRIMERA INFANCIA

INTRODUCCIÓN

La muerte es un hecho ineludible que forma parte de la vida. El temor que experimentamos las personas adultas ante esta situación hace que en ocasiones elijamos ocultar, suavizar y acabar dando explicaciones erróneas a los niños y niñas que les producen confusión.

Es habitual tratar de proteger a los niños y niñas y pensar que protegiéndolos de la muerte les ahorramos sufrimiento, pero esto no es así:  los apartamos de un evento fundamental al que tarde o temprano van a tener que enfrentarse (muerte de una planta, muerte de una mascota, muerte de un familiar muy cercano), es imposible evitarles todo el dolor. De hecho, si las criaturas crecen sin exponerse al “mínimo” sufrimiento, serán más propensos a la frustración y no desarrollarán las habilidades necesarias para afrontar situaciones difíciles con las que inevitablemente se van a encontrar

De nuestras explicaciones sobre la muerte dependerá la forma en que las criaturas vivan su primer duelo, que suele marcar las demás experiencias de pérdida que sufrirán y, especialmente, las experiencias de muerte que se encuentren.

PROBLEMAS PARA ABORDAR EL DUELO CON LOS NIÑOS Y NIÑAS

  • La muerte para nuestra cultura es un “tabú”, palabras como “muerte”, “muerto”, “moribundo” o “enfermedad terminal” nos impresionan y las sustituimos por otras expresiones que consideramos más amables, pero que alejan la realidad de la muerte, como: “Se fue”, “Nos ha dejado”, “Ahora puede descansar “, “Está en otro lugar “. 
  • Nuestro propio temor a la muerte y el impacto emocional que vivimos tras la pérdida de un ser querido, nos dificulta la comunicación a los niños y niñas y nos  aferramos a excusas como “Es muy pequeño”, “No lo va a entender”, “Se puede traumatizar “, “No es necesario que sufra“ y así le desprotegemos de un hecho tan cierto como la vida, la muerte, a la que antes o después van a tener que enfrentarse.   

QUÉ CONCEPTOS DEBEMOS TENER EN CUENTA PARA HABLAR DE LA MUERTE A LOS NIÑOS Y NIÑAS DE LA PRIMERA INFANCIA (0-6 AÑOS)

  • La irreversibilidad de la muerte, el objetivo es que el niño y la niña entienda que la muerte es permanente, que no hay vuelta atrás, que la muerte es el final de la vida. Las metáforas que utilizamos los adultos les confunden: “El abuelo se ha ido”, “el perrito se ha quedado dormido en un sueño muy largo”, para los niños y niñas de estas edades que interpretan la información de forma literal, quien se ha ido puede volver, quien se ha dormido puede despertarse. Evitar estas metáforas y explicar que la persona que se ha ido no va a volver. 
  • Universalidad: Todos los seres vivos mueren en algún momento. Los niños y niñas creen que aquello que les es cercano nunca va a dejar de existir. En un momento comienzan a preguntarse a quién afecta la muerte y la respuesta es que todos vamos a morir, este descubrimiento puede causarles temor. Para evitarlo, ante la temida pregunta “¿Y tú te vas a morir?, las respuestas que les podemos ofrecer para tranquilizarles son las que utilizan la postergación (ocurrirá con el paso del tiempo): “Sí, cariño, yo me voy a morir, pero cuando haya pasado mucho, mucho, mucho tiempo” o “Yo me voy a morir cuando tú seas muy mayor y puedas cuidarte solo”, “Claro, cariño, pero cuando yo muera tú serás más mayor, habrás hecho muchas cosas, habrás terminado el colegio, tendrás una familia, trabajarás…”.
  • La muerte tiene una causa física, es necesario que el niño y la niña entienda que la muerte se produce por una causa, que las personas no mueren de nada o sin una causa física y que todas las funciones corporales dejan de funcionar, no oyen, no nos ven, no hablan, no sienten dolor, no nos vigilan.
  • Es fundamental explicarles a los niños cuál ha sido la causa exacta de la muerte del ser querido. No hace falta entrar en detalles innecesarios, una explicación donde le contemos que el corazón de la persona fallecida dejó de latir, o que sus pulmones ya no funcionaban, o que su cuerpo dejó de funcionar es suficiente para que los niños y niñas pequeños comprendan las causas físicas que han provocado la muerte.
  • Cuando el niño y la niña entiendan que esas funciones se han interrumpido podemos explicarle lo que significa que una persona “está viva en nuestro recuerdo”, para construir estos recuerdos es importante hablar del fallecido con la máxima naturalidad posible. 

QUIÉN, CÓMO, CUÁNDO Y DÓNDE COMUNICAR LA MUERTE A LOS NIÑOS Y NIÑAS

  • Es aconsejable que se lo comuniquen las personas más queridas y cercanas a las criaturas. De manera calmada porque las emociones desbordantes pueden asustarles. 
  • La comunicación debe hacerse lo antes posible, en un lugar íntimo para que pueda expresar sus emociones con libertad.
  • No es necesario transmitir toda la información de golpe, se puede contar lo esencial y después a partir de sus preguntas añadir detalles. Sabiendo y asumiendo que habrá preguntas que no sabremos contestar. 

ACOMPAÑAR EL DUELO

Niños y niñas de 0 a 2 años

Entre los cero y los dos años no hay una comprensión de la muerte, hay una percepción de la ausencia de una figura con la que haya estado habitualmente en contacto y haya formado parte de su vida cotidiana.

Los niños y niñas de estas edades construyen vínculos afectivos fuertes con las personas de su mundo de cercano y cotidiano, son sensibles a los cambios que se producen en su entorno, viven el duelo asociado a la ausencia, pero siempre que haya tenido una relación estrecha y continuada (abuelos, tíos muy presentes). 

Los niños y niñas pequeños se expresan a través de sus emociones, pueden mostrarse más irritables, más llorosos, tener dificultades para dormir o comer… en su vida se ha producido una situación que rompe con la estabilidad precedente y lo muestran con el lenguaje que tienen disponible que es el corporal. Es la manera de reclamar que la persona que lo atendía regrese junto a él y se haga cargo de su cuidado como antes. 

A medida que el niño y la niña se van acercando a los dos años, hay una evolución de la memoria y el lenguaje, y las reacciones son más intensas: ya no sólo percibe la ausencia, sino que aparece el temor a que la persona querida no vuelva.  La expresión no es sólo desde la emoción, sino que puede ser verbal. Pueden producirse regresiones: volver al dedo o al chupete, pedir biberón, si comenzaban a controlar los esfínteres interrumpir el proceso, querer dormir con las figuras de apego, aumento de rabietas… 

La actitud de las personas adultas:

    • De comprensión de lo que el niño o la niña está sintiendo y de tolerancia a esta necesidad de volver a hábitos que parecían superados, o retroceder en algunos que estaban adquiriendo, como un recurso del niño/a para encontrar la seguridad y afrontar la situación, y poner palabras para que pueda comprender el proceso: “parece que necesitas el chupete porque echas de menos a la abuela”, “no pasa nada si no tienes mucha hambre, puedes comer más en la merienda”
    • Por las características de los niños y niñas de 0 a 2 años el acompañamiento en los momentos de duelo tenemos que proporcionárselo a través del contacto afectivo, amoroso, no invasivo, para que se sientan protegidos y seguros emocionalmente y luego con las palabras, sabiendo que seguramente no nos va a entender por el significado de las mismas sino por la sonoridad, por la suavidad, por el ritmo, por la relación directa con la mirada, su mirada y la nuestra en un encuentro, nos va a entender por la emoción que le transmitimos a través del contacto.
    • Mantener una actitud honrada y sincera, sin engaños, reconociendo y nombrando lo que estamos sintiendo los adultos: “hoy estoy triste porque se ha muerto la abuela y la echo de menos”. Son muy sensibles a las emociones y estados de ánimo de sus figuras de referencia, captan las emociones profundas que están viviendo, aunque los adultos traten de disimularlas. Si las expresamos empatizarán con nuestra emoción y además les estamos ayudando comprender las emociones y a poder expresar con legitimidad las suyas. En la medida de lo posible ofrecerles estabilidad y continuidad con lo que era, antes del suceso, su vida cotidiana porque es su marco de seguridad.

Niños y niñas de 2,5 años a 6 años

En esta franja de edad, más cuanto más pequeños conciben la muerte como algo temporal y reversible, creen que la persona está durmiendo, y piensan que puede despertar de ese estado en algún momento.  Están en la etapa de la imaginación, piensan que la persona fallecida vive de algún modo y puede comer, sentir frío o calor, oír, hablar, pensar y mirarnos desde donde se encuentre.

Es una etapa en la que el personalismo domina la comprensión de las cosas, su “Yo” se ha construido y se sienten tan potentes y competentes que pueden creer que los acontecimientos están ligadas a ellos. Es posible que en este periodo haya momentos en los que los menores piensen que la muerte es contagiosa, pero es debido al pensamiento mágico. En esta etapa aparece la sensación de creerse invencibles (se identifican con los superhéroes), es decir piensan que las personas a las que quieren y ellos mismos siempre estarán vivos. 

La actitud de las personas adultas:

A partir de alguna experiencia próxima (muerte de una mascota, muerte de algún familiar propio o de algún amigo, por alguna narración de cuentos, por una conversación en el cole…) o por maduración cognitiva, aparece la curiosidad por la muerte, y el temor a la propia muerte y a la de las personas de su entorno, así como su preocupación acerca de si van a estar cuidados o no. El niño y la niña se hacen muchas preguntas para poder comprender el mundo, es la época de los ¿Por qué?, el tema de la muerte será también objeto de su curiosidad y harán muchas preguntas del tipo: ¿Dónde está?, ¿Tiene frío, puede comer y beber?, ¿Puedo hablar con él o ella?, ¿Por qué no viene?, ¿Vendrá a mi cumpleaños, Navidades, …?

  • Los adultos tenemos que aprovechar las ocasiones que nos brindan los niños y niñas para hablar de la muerte, los acontecimientos cotidianos a partir de los cuales les surjan preguntas sobre el tema, y no esperar a que los acontecimientos sean tan próximos que nos impidan hablar con tranquilidad. 
  • Responder a las inquietudes que plantean los niños y niñas de manera clara (sin eufemismos), concreta, honesta y real. Si algo no sabemos responder lo reconocemos, no pasa nada por decir al niño/a: “No sé qué decirte, no puedo contestarte a eso porque no lo sé”. Sus preguntas son una oportunidad para conocer qué idea tiene sobre la muerte. 
  • Las ideas principales que es importante que les queden claras para la elaboración adecuada del duelo (Pto. 2): que es el final de la vida, irreversible, que tiene una causa física, que todos los seres vivos nos morimos…). Se pueden ilustrar las explicaciones con ejemplos cotidianos de la naturaleza (plantas y mascotas) y con las narraciones de cuentos.  
  • Mostrar una actitud comprensiva y empática antes las reacciones de los niños y  niñas durante el duelo: pueden aparecer conductas para comprobar la realidad de la muerte, como una negativa a comer a ver si viene el fallecido a alimentarle, rabietas, ansiedad en las separaciones de las personas que quiere, regresiones en los hábitos adquiridos, pesadillas, miedos… Esta actitud del adulto les proporciona la seguridad que en este momento necesitan, estando cerca para que sientan que sus cuidados están garantizados, hablándoles con sinceridad de nuestros sentimientos y emociones, permitiendo las regresiones, …

Bibliografía:

  • HABLEMOS DEL DUELO. Manual práctico para abordar la muerte con niños y adolescentes. Fundación Mario Losantos del Campo.
  • Gorosabel-Odriozola, M. y León-Mejía A., La muerte en educación infantil: algunas líneas básicas de actuación para centros escolares, Revista Psicología Educativa, Sep. 2015
  • Arnaiz, V. «Diez propuestas para una pedagogía de la muerte», Revista Aula de Infantil, nº 12 
  • Arnaiz, V., Moll M. «Listado de cuentos» Revista Aula de Infantil nº 12

LA OPOSICIÓN, UNA ETAPA NECESARIA Y PASAJERA

La oposición en los niños y niñas debe ser considerada como una necesidad de afirmarse, aunque sea de manera negativa. Este deseo de afirmación es sano, el niño y la niña se afirma contra cualquier cosa mediante la oposición verbal o resistencia pasiva. 

Este proceso de adquisición de la autonomía llega a su punto culminante hacía la edad de 2 a 3 años y resurge intensamente en la adolescencia. 

Los niños y niñas por propia experiencia a partir del segundo año de vida comienzan a percibir el valor y el poder del “NO” por el uso que hacen de él los adultos, es una palabra mágica que detiene, que permite tener el control. El “no” ejerce un poder en el entorno. Hace reaccionar a las personas adultas. 

El niño dice NO, por muchas razones, no podemos saberlas todas, pero lo que si sabemos que no lo hace por fastidiar al adulto. 

Algunas razones son: necesita conseguir su autonomía, hacerse mayor, construir su identidad. El “NO”, le permite liberarse de la influencia del adulto, ser independiente, capaz por sí mismo. EL “NO” ES LA PRIMERA AFIRMACIÓN DE SI MISMO CONSCIENTE.  Al oponerse los niños y niñas crean una distancia entre ellos y la persona adulta. Manifiestan así su voluntad de ser únicos y diferentes. Tienen una necesidad de autonomía y de construir su identidad que se traduce en “yo puedo”, “yo sé”, “yo soy capaz”.

La oposición a los límites del adulto le permite también observar como reacciona éste cuanto él intenta traspasar un límite. 

Es necesaria una actitud de comprensión por parte de la familia del momento de desarrollo en el que se encuentra su hijo/a, es difícil para un niño/a renunciar a sus deseos inmediatos. Necesita tiempo y un adulto firme que sepa contenerle si no puede hacerlo por sí mismo. 

Con la oposición verifican la validez y estabilidad de los límites que le pone el adulto “eso que ayer no era posible, ¿puede serlo hoy?

¿QUÉ PODEMOS HACER PARA FACILITAR LA NECESARIA VIVENCIA DE LA OPOSICIÓN AL ADULTO MINIMIZANDO LOS CONFLICTOS?

No todos los límites, las normas, tienen la misma importancia, no es lo mismo “no coger cosas del suelo”, que “no salir de la acera”. Sería conveniente seleccionar los límites esenciales de seguridad y bienestar y con todos las demás abrir la posibilidad de negociar, de poder elegir, dar opciones, siempre que la situación lo permita. Los adultos tenemos que tener claro las reglas o límites que pueden tener margen a la negociación y las que no.

Algunas ideas: 

  • Como adultos no impacientarnos, no tener prisa, no subir el tono.  Las prisas generan mala resolución de los conflictos los niños y niñas necesitan tiempo. 

 

  • Favorecer las ocasiones en las que los niños y niñas tienen libertad para elegir, puedan decidir por sí mismos. «Por ejemplo elegir entre dos camisetas»
  • Los niños y niñas necesitan explicaciones y mensajes claros y precisos sobre nuestras expectativas. Explicar  simple y claramente lo que esperamos de ellos juega un papel muy importante, a través de una actitud firme, afectuosa y empática, entender lo que está sintiendo el niño y expresarlo: “entiendo que para ti es difícil dejar de jugar, pero ha llegado el momento de descansar, voy a prepararte la habitación y ahora vuelvo a buscarte para ir a dormir”. Evitar los tonos suplicantes que invitan al desafío,  la argumentación cuando no puede escuchar y los autoritarismos. Es importante anticipar a los niños y niñas lo que va a ocurrir para que puedan prepararse y mantener una regularidad (horarios, secuencia de actividades…).  
  • “Ser modelo” de lo que pedimos a los niños y niñas que hagan (“pedir, no quitar”, cuidar el tono de voz”, “recoger los objetos con ganas y placer” …). 
  • No consentir las acciones desmesuradas de los niños y niñas, que le pongan en peligro a él o a los demás (golpearse contra el suelo o la pared, lanzar objetos…). Hay que decirle que pare una vez, y si no lo hace pararle, impedir que lo siga haciendo, expresando claramente “esto no te lo voy a permitir”.
  • Mantenerse firme en el límite que se ha puesto, si este no es negociable, no sucumbir a las exigencias de la “crisis”. Si por gritar mucho el niño o la niña consigue lo que quiere, le estamos mostrando que esa es la manera de lograr lo que quiere y repetirá esta acción. 
  • Favorecer la autonomía, permitirle hacer por sí mismo todo lo que pueda, ofrecerle la mínima ayuda. No le sustituyamos en aquello que puede hacer. 
  • No esperar a poner el límite cuando el adulto ya está crispado, los niños ajustan su tiempo de reacción a la tolerancia de los adultos. Cuanto más tardemos en poner el límite más nos hará esperar el niño. 
  • Pedir a otro adulto que intervenga cuando os sintáis desbordados
  • Apoyar el comportamiento correcto de los niños y niñas, en tono objetivo y con pocas palabras: “has colocado los juegos en la estantería”.  Pone en palabra la acción adecuada del niño/a.
  • Acoger las acciones de los niños y niñas sin juicios y ayudarles a reorientarlas cuando no son adecuadas (por ej. un niño que golpea con un martillo de madera el xilófono, se le propone golpear con el martillo en el juego preparado a tal fin”). De esta manera estamos apoyando el deseo del niño de golpear, y se le sugiere una manera no destructiva. 
  • Puede ser útil en algún momento la ruptura del contacto. Durante un lapso no atiende al niño/a que se comporta de manera inadecuada, así el niño/a tiene la sensación de que no le presta atención

Los conflictos de OPOSICIÓN se pueden convertir en TIEMPOS PARA LA NEGOCIACIÓN, ofreciendo la posibilidad al niño de tomar decisiones dentro de un marco que sea seguro para él, pero sabiendo que hay decisiones que no corresponden a los niños y niñas. Es importante que los adultos respaldemos la necesidad de afirmación de los niños y niñas, asegurándoles un ambiente de confianza y estableciendo unos límites. Un marco de vida exento de límites y una libertad total, no le permiten oponerse. 

Bibliografía:

Bourcier S. «La agresividad en los niños de 0 a 6 años», Ed. Narcea, 2012

Tardos A., Vasseur-Paumelle «Reglas y límites, adquisición de actitudes» articulo del libro Claves de la educación Pikler Lozcy, Herrán E., 2018

LA INFLUENCIA DE LA TELEVISIÓN, EL MÓVIL Y LOS JUEGOS INFORMÁTICOS EN LA PRIMERA INFANCIA

En estas semanas en las que el confinamiento nos obliga a reorganizar los tiempos y las rutinas,  mediadas en muchos casos por la necesidad de seguir tele-trabajando, vuelve a cobrar gran relevancia el debate sobre el tiempo de exposición de los niños y niñas a las pantallas.

¿Cuánto tiempo es recomendable que vean la televisión? ¿Qué influencia puede tener en ellos y ellas un tiempo de exposición prolongado? ¿Es interesante para  hacer video-llamadas con amigos y familia?

La televisión siempre ha sido, en muchos hogares, un medio muy presente en la rutina diaria. Pero en estos momentos tiene el peligro de convertirse en “ la niñera” de los más pequeños sustituyendo o interfiriendo el acompañamiento, el diálogo, el encuentro y la relación con sus figuras afectivas fundamentales, su propia familia.

Los niños y niñas se ven expuestos a este medio en edades muy tempranas, cuyo cerebro y emociones tienen una gran plasticidad. Las imágenes les transmiten valores, roles, actitudes, deseos,… que ellos asimilan con rapidez y de manera inconsciente. Nos quedamos tranquilos porque lo que ven son dibujos animados, pero ¿hemos hecho un análisis de los modelos que estos dibujos y películas animadas les transmiten?¿Cómo son los modelos de comportamiento, de relación con los otros, de resolución de conflictos que aparecen en ellas?, ¿Somos suficientemente conscientes de que son modelos a imitar y que esto influye en la formación integral del niño y la niña?.

En los primeros seis años de vida la imagen de la televisión les fascina, les atrapa y crea adicción. Les deja aprisionados sin posibilidades de elegir, de separarse del estímulo, ni de pensar, y en muchos casos sin posibilidad de comprender ni diferenciar la realidad de la ficción. Lo que ven existe y es real, por lo pregnante de la imagen que llama poderosamente su atención. Las situaciones de tristeza, de alegría, de conflicto de los personajes  las viven y sienten como reales pero sin posibilidad de influir en ellas, ni de manejarlas, provocando una adhesión emocional indiscriminada. Las imágenes se transmiten con gran velocidad y se fijan en el observador en este caso un observador con pocos recursos para utilizarlas de manera constructiva. En el caso de los niños y niñas menores de tres años esa fascinación les atrapa de tal manera, que aunque sea muy poco el tiempo de exposición, ya no buscan otra forma de entretenerse o jugar, enfadándose  de forma desmedida cuando no se les permite verla, sobre todo en momentos como la comida o la cena donde les distrae totalmente y les deja en una posición pasiva que no les ayuda a interiorizar este hábito.

La televisión en la primera infancia es poco aconsejable porque la necesidad esencial de los niños y niñas es la acción, el movimiento, la relación directa con las cosas y las situaciones, y la pantalla somete a los niños y niñas a una situación de inacción, a la recepción pasiva de estímulos, sin poder analizar, comprender, comparar, ni utilizar esas imágenes de manera creativa.

En conclusión podríamos decir que en los primeros seis años de vida los niños y niñas no deberían dedicar más de 30 minutos diarios . Este es el tiempo del que hablan los expertos pero lógicamente cuanto más pequeños ese tiempo debe ser mucho menor.  Siempre acompañados de los adultos ya que tanto la televisión como el ordenador deben ser un medio de aprendizaje y no de distracción.

Y ¿los juegos informáticos: TABLET,  ORDENADOR,  SMARTPHONE,  son convenientes en estas edades tan tempranas? ¿Cómo? ¿Cuándo?

Los juegos informáticos presentan una serie de limitaciones respecto a otras formas de juego:

  • Ofrecen una experiencia mediada de la realidad y hasta los 6/7 años los juegos más completos son los que les ofrecen una experiencia directa con las cosas. Ahora que no pueden salir al parque si pueden encontrar en casa, a través del juego con materiales sencillos o participando en las tareas de casa en la medida de sus posibilidades, aprendizajes para la vida que no pueden hacerlos a través de las pantallas, porque los niños cuando juegan son ellos en su globalidad los que se ponen en juego.

El teléfono móvil que tanto protagonismo ha adquirido en nuestra vida, acompañándonos en todos los momentos, adecuados y no adecuados, nos está generado a las personas adultas tal dependencia, que sentimos una especie de “síndrome de abstinencia” cuando no lo tenemos. Esto a su vez influye en las relaciones que establecemos con nuestras hijas e hijos, los cuales no entienden por qué lo miramos constantemente (en vez de mirarles a ellos) y a su vez les nace el deseo de cogerlo para ver ellos también. Nos sorprendemos y nos preocupamos de la adicción de algunos niños y jóvenes a las videoconsolas, tablet… pero nos olvidamos de que nosotros somos un modelo, su modelo. 

Estamos en la sociedad de la tecnológica y no podemos dejar fuera de esta realidad a los niños y niñas. Una de las soluciones es controlar el tiempo que dedican a estos juegos. En estas edades, los expertos aconsejan que entre 2 y 6 años el tiempo puede aumentar progresivamente en relación a los años pero no más de 30 minutos diarios a los 6 años. La pantalla tiene que estar a la vista del adulto y los juegos deben ser ajustados a su edad.

En el momento  tan complejo en el que nos encontramos, podemos cometer el error de exponer a los más pequeños a más horas de exposición a las pantallas de las necesarias, se impone  por tanto, la necesidad de planificar y restringir a un horario concreto, siempre el mismo y con la misma duración, el tiempo de consumo televisivo; por ejemplo antes de comer o del baño, donde ellos pueden entender muy bien cuando es el final y que no es imposición de la persona adulta. Apagarla en los momentos relacionados con el hábito de la comida o del sueño, los cuales deben aprovecharse para la relación y el diálogo íntimo con nuestros hijos e hijas y por último, en los momentos en los que no tengamos posibilidad de ver la televisión o el ordenador con ellos y ellas,  es preferible grabar de antemano materiales adecuados a cada edad y después comentarlos con ellos y ellas.

Los Límites y la Educación Respetuosa

La principal actividad en la que están ocupados los niños  y niñas en sus primeros años de vida comienza con el nacimiento, descubrir quienes son, que pueden hacer y donde están sus límites, construir su subjetividad, su identidad personal. Esta gran tarea es posibilitada por la madurez biológica y neurológica, por la relación que establece con sus figuras de referencia por el descubrimiento de su propio cuerpo,  y por la acción libre y autónoma que realiza con los objetos y materiales que se ofrecen en su entorno.

La acción de los niños y niñas es la vida y los límites forman parte de ésta. No son un restricción, son una condición de la vida:

  • El primer límite se presenta en cómo es acogido por su entorno de referencia, el niño tiene más difícil la existencia sin la mirada de otro que le escucha, tiene en cuenta sus manifestaciones,… desde la perspectiva de que necesita esa relación para su construcción personal. Este límite no es determinante, pero el niño tiene que arreglárselas con esta relación.
  • El siguiente límite, su límite corporal. La diferencia entre lo que son y lo que no son, lo interno y lo externo.
  • Y a la vez comienza un desarrollo que será más limitado en lo corporal, en la acción, en lo emocional, en lo social dependiendo del tipo de crianza que promueva su entorno familiar. Está mas limitado el niño que no vive el desarrollo postural desde el movimiento libre, que se le mantiene inmóvil en posturas que no haya conseguido por sí mismo, que tiene un adulto que trata de enseñarle lo que podría aprender por sí  mismo, que le dice como tiene que hacer, con que tiene que jugar, como son las cosas antes de que las descubra. Esta criatura crece con más límites corporales, cognitivos y emocionales.

Cuando nos situamos dentro de la educación respetuosa, nos planteamos el respeto a sí mismo, a los otros, al entorno, y los adultos somos responsables de generar ambientes en los que se puedan desarrollar los procesos internos que viven los niños en interacción con los otros y con los objetos. El respeto a su persona como ser competente y capaz, respeto a su libertad de movimiento, respeto al juego libre y autónomo, una relación basada en la escucha, en la presencia. Respeto a sus tiempos de  maduración (no resolverles lo que pueden resolver por sí mismos, no acercarles un objeto al que ellos pueden acceder, no decidir nosotros con lo que quieren jugar…).

Nuestro objetivo con esto es favorecer la construcción personal de cada niño y niña, permitiéndole descubrir quiénes son, que saben, que pueden, siguiendo su propio proceso de desarrollo desde su iniciativa, para que se sienta competente, y viva confiado. Y en este proceso son muy importantes los límites porque el respeto se vive sintiéndose respetado, no respetaríamos a los niños, les estaríamos traicionando si les decimos que se puede todo, que no hay barreras porque no estaríamos EDUCANDO PARA LA VIDA.

El significado que los límites han tenido en nuestra propia tradición y en nuestra propia historia, si se han vivido como prohibiciones, amenazas, requerimientos,… sin tener en cuenta las propias necesidades hace, a veces, que exista el rechazo a los límites y se vivan como una cuestión problemática cargada de dudas y malos recuerdos.

El tema de los límites es algo que se hace presente y se vive a veces de forma tensa por parte de las familias, por un lado: desean evitar que sus hijos/as se sientan perjudicados por una limitación y a la vez, consideran que es su responsabilidad que los niños y niñas comprendan el mundo en el que viven lo antes posible, y para ello utilizan mucha palabra para justificar su actuación  (Yo te dejaría pero es que x te va a regañar). Tienen miedo a no  relacionarse con sus  hijos/as de forma distinta,  con más libertad que la que ellos han experimentado, miedo a no ser respetuoso y por eso menos querido, o a no cumplir el estándar de la educación en libertad. Y por eso, resulta más sencillo transigir con rapidez que plantearse un límite de forma consecuente (niños que gritan y patalean porque quieren X y además está convencido de su victoria porque sabe que su madre no quiere quedar mal delante de otras personas).

¿Qué ES UN LÍMITE?

Es una barrera,  que le dice al niño “por aquí no puedes pasar, y si pasas habrá consecuencias”. Es un faro con una luz que orienta a los niños y niñas que comienzan a navegar en el mar de la vida, aportándoles la seguridad de tener una guía que advierte de las rutas por las que se puede transitar sin peligros, y de las consecuencias de no hacerlo, pero salvo en el caso de la seguridad física, permitiendo elegir y dando opciones. Poner límites  es ofrecer a los niños y niñas un instrumento para que puedan organizar sus deseos, emociones, conceptos,..

Los adultos cuando llegamos a un lugar desconocido y no sabemos las reglas nos podemos sentir inseguros y estresados, pero si alguien nos explica lo que está permitido y lo que no, nos tranquiliza y nos permite planear y utilizar mejor nuestros recursos, ya que no tenemos que perder tiempo en descubrir las reglas. Cuando los niños empiezan a descubrir el mundo les pasa lo mismo, no tienen idea de lo que pueden hacer y lo que no.

¿Por qué SON IMPORTANTES LOS LÍMITES?

  • Sin límites claros los niños se sienten inseguros porque son desconocedores de cómo funciona la realidad, no solo la realidad física sino la realidad social y afectiva. Los niños sin límites se sienten desbordados por sus propias emociones que no pueden contener porque no tienen todavía la seguridad suficiente

Es muy importante para poner los límites que los adultos estemos convencidos de que forman parte de la vida y de que los niños los necesitan para moverse en un terreno seguro. Los límites claros son más respetuosos con los niños y niñas, que otras estrategias  que llenan de palabras, justificaciones, pretextos… lo que en definitiva  es “por aquí no puedes pasar” (por ejemplo cuando una criatura quiere acompañar a su familiar de referencia a un lugar al que no puede ir, el familiar sabe que si le dice NO PUEDES VENIR claramente, la criatura no lo va aceptar, y comienza un periplo de explicaciones en las que se enreda para al final terminar marchándose sin que se de cuenta).

¿Es este modo de actuación respetuoso con la criatura?, ¿No hubiera sido más honrado con ella formular claramente el  límite claro, con una explicación sencilla adaptada a su nivel de comprensión?, ¿Qué nos mueve a no fijar los límites claros, y a buscar otras estrategias que traicionan la confianza de los niños/as, saliendo sin avisar, no expresando claramente lo que puede y lo que no?, ¿nos mueve el dolor que nos produce ver la reacción de malestar, enfado, rechazo a los límites que les marcamos?, ¿nos quedamos más tranquilos si no vemos lo que pasa?

Los límites son imprescindibles para poder orientarse en el mundo exterior y para actuar con libertad, tener la posibilidad de decidir. Crecer es aprender a tomar decisiones y el tipo de decisiones depende de su madurez. Los niños y niñas de estas edades pueden tomar decisiones sencillas, en las que las opciones sean pocas, claras y relacionadas con su vida cotidiana, sus acciones, su mundo cercano, y de este modo, irán construyéndose como una persona con capacidad crítica y con libertad.

Los límites están directamente relacionados con la socialización de los niños. Educan para la vida. La clave de la socialización es la interiorización de unas conductas que sean apropiadas para las necesidades y deseos propios y para las necesidades y deseos de los otros. Que sea capaz de entender que los demás también tienen deseos e intereses y ser capaz, y poco a poco con el acompañamiento del adulto, armonizarlos con los de los demás. Este es el requisito para que pueda vivir en paz consigo mismo, encontrar su sitio en el mundo.  

Ante un límite… ¿CÓMO PUEDEN REACCIONAR EL NIÑO Y LA NIÑA? ¿Y cómo puede ACOMPAÑAR el  adulto?

La vivencia de los límites puede implicar la expresión por parte del niño de malestar, rechazo, enfado… pero los adultos tenemos que aceptar este  sentimiento, sin intentar desviar la atención, que se le respete su derecho a protestar, sin disuadirle de sus sentimientos ni de sus pensamientos. Esta es una de las consecuencias para los adultos de ser responsables del acompañamiento al desarrollo de los niños y niñas desde una actitud de respeto.  Si no permitimos que los niños se expresen y se sientan reconocidos en esa expresión,  se irán llenando de de experiencias no asimiladas que no favorecerán su salud emocional.  Nosotros como adultos convencidos de que ese límite es necesario su estallido no nos presiona para levantar el límite, simplemente aceptamos sus sentimientos sin tratar de convencer.

La expresión de malestar por parte del niño/a no sería aceptable si se convierte en una agresión hacía si mismo (golpeándose), hacía otras personas, o hacía los objetos.  El niño está desbordado y habría que contener de manera firme, limitar la acción y expresar “esto no te lo puedo permitir”, “yo estoy para cuidar que no te hagas daño y para no permitir que me hagas daño a mi ni a los objetos”. Esto es tomarse en serio a los niños y niñas en lo que son, en lo que pueden en cada momento, en su capacidad de aprendizaje y  no pensar que cuando sean mayores “ya aprenderán”.

Esta actitud le hace sentirse seguros sintiendo que puede fiarse de los adultos porque tiene un marco de referencia estable (las cosas ocurren siempre de la misma manera, siempre que intento golpear o golpearme tengo el límite firme del adulto que cuida de mi) y esto le ayudará a buscar otro tipo de experiencias que también conllevarán sus propios límites.

Al poner el límite el adulto no tiene que expresar autoridad ni poder y si expresar claramente la realidad objetiva. Es una transmisión pacífica por eso el adulto le dice al niño “no puedo permitírtelo” con una explicación sencilla y que no se repite y repite, los niños entienden con mucha facilidad.

Los adultos que estamos situados en una relación respetuosa con el niño, en relación al ámbito social:

  • Le ayudamos a superar sus dificultades (“ahora la pelota es de X porque la tiene él, cuando la deje puede ser tuya”, mientras tanto vamos a buscar otra cosa que te pueda interesar”).
  • Una actitud respetuosa supone dar pasos muy graduales, poco a poco, observando como el niño va integrando determinadas actitudes, pero dándoles el tiempo que necesitan.  Le vamos introduciendo en las normas sociales relacionadas con la alimentación, la higiene, el sueño.
  • Ofrecemos el apoyo para que el niño y la niña tenga tiempo para expresar sus deseos y necesidades (no nos adelantamos), ofreciéndole un tiempo y un espacio razonable, para que sea capaz de vivir su competencia, pero no permitimos que no haya un respeto a los intereses y deseos de los otros.

A veces los niños y niñas regatean con el adulto y hacen lo que saben que no pueden para descubrir su reacción y confirmar si el adulto es fiable. Por ejemplo, si hemos establecido una norma, no tirar la comida al suelo, y el niño lo hace, nuestra actitud puede ser decir sin enfado:  ¡Ah ¡ si tiras la comida al suelo entiendo que ya no quieres seguir comiendo ¿es eso? ¿Me llevo ya tu plato? Y le damos la oportunidad de que siga comiendo pero le hemos expresado la norma sin violencia, claramente para que él tome nota y tome la decisión de si quiere o no seguir con la comida, si lo vuelve hacer simplemente le expresamos ¡Ah! vale lo entiendo me llevo tu plato porque parece que has terminado de comer porque estas tirando la comida al suelo.

¿SON NECESARIAS LAS CONSECUENCIAS?

Los límites tienen que tener una consecuencia, para permitir a los niños decidir y responsabilizarse de sus acciones, por ello la consecuencia tiene que ser anunciada y además tiene que haber una relación entre la consecuencia y el límite puesto: si un niño estropea un libro, es difícil para ellos aprender a utilizar bien los libros, pero el adulto está para acompañar ese aprendizaje y decirle “esto no se puede”. Podemos sugerir algo para compensar, si quieres hacer papelitos tienes aquí revistas viejas pero el libro no puedes estropearlo. Si el niño continúa destrozando el libro, le podemos decir que vemos que solo puede leer los libros cuando yo esté aquí contigo, así que lo voy a guardar hasta que pueda acompañarte, y la consecuencia es que el libro va a un estante donde el niño/a no los alcanza. La tarea del adulto en esta ocasión es impedir que esto pueda ocurrir. La consecuencia tiene que ser cumplible. Al establecer límites ofrecemos a los niños seguridad, confianza y la posibilidad de corregir sus errores. Los límites promueven la responsabilidad, pero no la inflexibilidad, una consecuencia se puede saltar si hay una razón y si se explica a los niños y niñas (por ejemplo: “normalmente no te permito que andes descalzo porque el suelo está frío pero hoy veo que tienes mucho interés en no ponerte los zapatos y la calefacción ha calentado más la habitación”).

Los límites son importantes porque transmiten al niño y a la niña una imagen de profundo respeto, ayudándoles a descubrir cuál es el marco de funcionamiento para que pueda vivir seguro.

¿QUE PUEDO HACER CON MI HIJO/A DE 0 A 3 AÑOS EN CASA? ¿TENGO QUE ESTAR JUGANDO TODO EL TIEMPO CON ÉL/ELLA?

En esta situación a la que nos enfrentamos tan inusual para todos, tan desconcertante para los adultos y por supuesto para los niños y niñas a los que en muchos casos se les ha cambiado drásticamente su “rutina diaria”, ya no se levantan y van cada día a la escuela infantil, o al parque o a espacios familiares, ahora toca estar en casa, y es posible que algunos se sientan alterados porque tienen que adaptarse a una nueva situación y esto les lleva tiempo.

Pero como es responsabilidad de todos y todas acabar con este virus, nos toca adaptarnos y cómo adultos plantearnos como facilitar a los niños y niñas más pequeños de nuestra sociedad este cambio.

Dado que esta situación puede prolongarse entendemos vuestra preocupación como familia, vuestras incertidumbres sobre qué hacer con vuestros hijos e hijas y nos ha parecido que desde nuestra experiencia podíamos aportaros alguna idea.

Los niños y niñas necesitan orientarse (tener claridad de lo que pasa en su entorno) y lo hacen a través de la estabilidad de los acontecimientos de su vida cotidiana. Es positivo para ellos y ellas que, en la medida de lo posible, tengan  “ un orden del día” estable, es decir que se repita y que las horas de desayuno, comida, cena, baño, sean aproximadamente las mismas para ofrecer estabilidad, con la flexibilidad necesaria.

En algunos casos puede coincidir que restéis juntos todos los miembros de la familia, y este parón en la vida de los adultos puede aprovecharse para compartir momentos importantes cómo los de la comida y cena, para los niños/as que se acercan a los dos  y tres años, adaptando los horarios de los adultos, para hacer de la comida un momento social de encuentro y de diálogo, y ofrecer una dimensión de bienestar emocional al momento de la alimentación porque comer es más que nutrirse físicamente, es nutrirse también emocionalmente a través de la relación que establece con sus adultos de referencia. Comerán con mayor satisfacción si lo vivencian así.

En los niños y niñas el tiempo no se para. La vida cotidiana sigue siendo un momento de crecimiento, de evolución, de construcción de sus afectos, de expresión de sus emociones… que no podemos dejar pasar.

¿QUÉ HACER CON LOS NIÑOS Y NIÑAS?

Posibilitarles el juego, porque el juego es la actividad por excelencia en la vida de un niño y una niña. En este momento es en la casa donde despliegan la vida cotidiana, y donde encuentran o tienen que encontrar un contexto de juego interesante. Con esta reflexión solo pretendemos aportar alguna idea para favorecer el juego espontáneo del niño y de la niña por la función fundamental que tiene en el desarrollo de la actividad mental y en el proceso de construcción personal.

Para que surja la iniciativa personal del niño y de la niña es necesario ofrecerles un espacio-tiempo propio, es decir que no necesitan que el adulto esté todo el tiempo “proponiendo juegos”, “jugando con él/ella”, “mostrando cómo se juega” en una continua actividad que no deja lugar a que pueda pensar y organizar su propio proyecto de juego. Esto no significa que no haya momentos de juego compartido, pero alternados con otros en los que pueda jugar libremente.

NIÑOS Y NIÑAS DEL PRIMER AÑO DE VIDA

Juego con su propio cuerpo

La posición de partida para que se pueda producir la actividad lúdica es tumbado sobre su espalda en una superficie no blanda para que pueda explorar su propio cuerpo que junto con el de sus adultos referentes son los primeros objetos de exploración y conocimiento del niño y de la niña.

Las partes visibles de su propio cuerpo, las manos, los pies, serán objetos para explorar. Primero sus manos y después podrá elevar sus piernas hasta llevar sus pies a la boca. Esto le permitirá construir una imagen unificada de sí mismo/a.

Juego con los objetos

Si vuestros hijos e hijas son muy pequeños y aún no se desplazan, ponerles alrededor de la alfombra en la que están sobre su espalda algunos objetos que sean variados en texturas, livianos y fáciles de agarrar (pañuelos pequeños de tela, aros de cortina atados, muñecos de tela, …) y seguros, que se los puedan llevar a la boca sin peligro.

Si ya tienen una cierta movilidad, se voltean, se arrastran, los objetos pueden ser más grandes y un poco más pesados, pero igualmente de distintos materiales, seleccionados de los que tengáis en casa: salvamanteles, tapaderas de cacerola no muy grandes, cucharas de metal y de madera de distintos tamaños, anillas de cortina, moldes de silicona, rulos, pinzas de la ropa, alguna botella de agua con garbanzos, lentejas… para que al agitarla suene, manojos de llaves, dos o tres atadas y limpias.

Son objetos de la vida cotidiana, que tenemos en casa, sobre los cuáles él puede actuar produciendo sus propios efectos de su acción que puede observar, llevarlos a la boca, pasarlo de una mano a otra, sacudirlos, arrojarlos. Puede hacer tal cantidad de acciones que mantienen su interés y provocan su curiosidad.

Evitar los gimnasios, los objetos atados, los centros de actividad porque proponen actividades repetitivas que limitan la actividad y la creatividad. Evitar los aparatos electrónicos, los teléfonos móviles… porque, aunque les atraiga la imagen se quedan atrapados en ella porque no están en condiciones de entender sus lógicas de funcionamiento. Y además no es conveniente que se los lleven a la boca por las ondas que emiten, y durante el primer año de vida es la boca su primer espacio de exploración.

NIÑOS Y NIÑAS QUE PUEDEN SENTARSE POR SI MISMOS, QUE CAMINAN (FINAL DEL PRIMER AÑO Y SEGUNDO AÑO DE VIDA).

Los niños y niñas de esta edad están en un momento de desarrollo en el que su actividad espontánea fundamental se centra en poner los objetos en relación, es decir revolver, meter, sacar, juntar, apilar, alinear, ensartar. Estas actividades le van a proporcionar atención y concentración.

Les podéis proporcionar recipientes y objetos que se puedan contener unos en otros y que puedan contenerlos a ellos también:

  • CAJAS DE CARTÓN EN LAS QUE SE PUEDAN METER, si no tenéis cajas en casa y como no podemos salir a la calle podéis ponerles un cajón de un armario o un cesto estable para que puedan entrar y salir.
  • BARREÑO GRANDE y MEDIANO. Cestas de las pinzas de la ropa
  • Vasos y boles de plástico duro, o de otro material que no se rompa fácilmente para que pueda meter unos en otros
  • Botes de metal de los de la papilla, mejor si son de distinto tamaño
  • Botellas de plástico transparente y llaves o pinzas de la ropa para que pueda meter y sacar de la botella.
  • Cilindros del papel tipo albal o de rollo de papel higiénico si son duros, palos de médico o palillos chinos
  • Una caja o una cesta con pelotas que no boten en exceso para que no se les escapen muy lejos pero puedan meterlas y sacarlas de los distintos recipientes.
  • Cartones de huevos con algunas piedras que no les quepan en la boca, tapones de gel o detergente, para que puedan, si surge de su iniciativa, colocarlas en los huecos del cartón.                                                        

Otras posibilidades expresivas para los niños y niñas.

  • La pintura, es un medio de expresión importante en estas edades. Es una propuesta sencilla para la que hay que estar dispuesto a que el niño y la niña se ensucien y disfruten de lo que supone dejar su huella gráfica en un papel. En estas edades pueden hacerlo con la mano, el dedo, el pincel, ellos eligen. Solo tendremos en cuenta que la superficie para pintar no sea pequeña, al menos el tamaño de una cartulina grande porque todavía necesitan hacer grandes movimientos y no pueden ceñirse a un papel pequeño.
  • La arcilla, como un elemento que ellos pueden dar forma, está húmeda, deja huella en sus manos, puede ser combinada con otros objetos que tengáis en casa.
  • La música permitiéndoles ser ellos quienes exploren las posibilidades que les ofrece el aparato de música, descubrir cómo funciona, qué pasa si se pone cascos, jugar con el volumen.
  • La luz, juego con linternas.
  • La música, construir cotidiáfonos, es decir instrumentos musicales elaborados con materiales de desecho cotidianos: botellas, botes, cilindros de cartón, …

 

    

Caja para la exploración de un material sensorial: harina, sopa de lluvia, fideos, arroz… cualquier ingrediente que tengáis en casa en cantidad suficiente y que les permita llenar, vaciar, trasvasar, … utilizando pequeños botes, cucharas, colador para que puedan realizar distintas acciones. Normalmente no somos partidarias de utilizar alimentos para el juego, pero en una situación como la que estamos viviendo se pueden relativizar algunos criterios y hay que contar con los medios que tenemos disponibles en casa.

TIPOS DE JUEGO DE INTERES PARA LOS NIÑOS Y NIÑAS DEL TERCER AÑO DE VIDA.

Uno de los intereses de los niños/as que se encuentran en este tramo de edad es la CONSTRUCCIÓN, sabemos que muchos de vosotros y vosotras contáis en casa con construcciones comerciales con las que los niños y niñas pueden desplegar este interés, pero os animamos a ofrecerles la posibilidad de construir dispositivos más complejos para los que podrán utilizar materiales que tienen en casa (telas grandes como sábanas, sillas, cajas si disponéis de ellas, cojines, cuerdas).Las telas para tapar y hacerse un refugio son muy interesantes para los niños y niñas de esta edad quienes se encuentran en un momento en el que el juego simbólico tiene un gran protagonismo. Los adultos estaremos disponibles para apoyar esa construcción en lo que nos vayan pidiendo. Les estamos proporcionando lugares para esconderse de la mirada del adulto, lugares de intimidad.

Los COCHES atraen su atención porque son una representación de sus experiencias de vida cotidiana, cada día se montan en el coche de mamá o de papá, se desplazan y representar esta vivencia tiene un gran interés para ellos y ellas. ¿Por qué no construir un garaje para los coches Como una actividad compartida adulto/niño?

El juego de la casa

Seguro que vuestros hijos e hijas tienen los objetos necesarios para jugar a “mamás y papás” es decir para representar sus vivencias cotidianas en relación a los cuidados que les ofrecéis en casa o que viven en la escuela infantil con sus muñecos, peluches…, alimentarse, alimentar, poner a dormir, hacer compras, cambiar el pañal, poner el termómetro… y muchas acciones más que ellos mismos han vivido.

Este juego se enriquece si, les ofrecemos comida “de verdad” que ellos puedan repartir, poner en los platos, transformar… como por ejemplo la piel de la mandarina o la naranja. No pueden faltar platos, vasos, cucharas.

Será igualmente más rico si incorporamos objetos de la vida real, zapatos de tacón de la mamá, alguna falda, o vestido viejo, algún chaleco, alguna corbata… que estén en desuso o que no importe que utilicen vuestros hijos e hijas. Estos elementos les van a permitir jugar “como si” fuerais vosotros y vosotras.

Telas y algo para la cabeza (sombrero, gorra…) serán elementos con los que podrán disfrutar. Podemos incluir un

espacio para la higiene de los muñecos: toalla pequeña, un pañal, una esponja, un frasco pequeño con un poco de jabón…

El movimiento

Aunque los adultos estemos en casa, no podamos salir a hacer ejercicio, ni ir al gimnasio, los niños y niñas necesitan moverse, no es una cuestión de voluntad es que su naturaleza sensoriomotriz en estos tres primeros años de vida les empuja a moverse como una necesidad de primer orden, su interés está todavía muy centrado en el cuerpo.

¿Qué podemos hacer?

Ofrecerles los recursos más adecuados de los que tenemos en casa para saltar, subir y bajar, correr, aunque sea un tramo pequeño, si no estaremos luchando contra su naturaleza y no conseguiremos pararles.

Cada familia tendrá que decidir que ofrece a su hijo/a para responder a esa necesidad (si le permite o no saltar desde el sofá o desde la cama, o desde una silla o una mesa pequeñas, si dispone de una colchoneta, de cojines grandes para que salte, si por el contrario cuenta con una caja o puede disponer de ella para facilitárselo, o si decide proponer un pequeño dispositivo armado con todos los elementos para que lo utilice cuando quiera).

Cuando hablamos de movimiento no nos estamos refiriendo a la necesidad de construirles un circuito y que regulemos sus movimientos, les digamos lo que tienen que hacer (p.e. saltar dentro del aro, caminar encima de una raya dibujada en el suelo…), se trata de permitirles que lo hagan libremente, pero con la mirada atenta del adulto para no lastimarse y que hagan sólo aquello que son capaces de hacer por sí mismos, sin la ayuda adulta (que no sean éstos los que le suben) para garantizar que si lo hacen sin nuestra presencia van a poder resolver la situación.

Os recomiendo que echéis un vistazo al vídeo de YouTube que se encuentra en el siguiente enlace y que aporta ideas sobre como favorecer la psicomotricidad en casa, https://www.youtube.com/watch?v=CqkPS0WQdBA

Los momentos para contar cuentos

En este tercer año de vida la narración de cuentos tiene una gran relevancia les gusta escuchar las historias que les pasan a los personajes de los cuentos, los entienden y los disfrutan por lo tanto dedicar varios momentos del día a la narración es interesante para ellos y ellas. Serán narraciones de las historias que contienen los libros para que puedan seguirla a través de las imágenes. Es normal que soliciten siempre o muchas veces el mismo cuento porque para los niños y niñas es una forma de afirmar que las cosas ocurren siempre de la misma manera. A nosotros puede aburrirnos contar siempre el mismo cuento, ellos y ellas lo necesitan.

La exploración con transformación

La masa de harina y sal para modelar

La masa de harina es un tipo de mezcla que la pueden hacer los niños y niñas, es un acercamiento al mundo científico de las mezclas. Se elabora con harina, sal, agua y si queremos dar más vistosidad con colorante alimenticio.

Se trata de mezclar y amasar los ingredientes hasta que nos sale una masa con la que después pueden modelar. Para que quede suficientemente compacta necesitarán el toque final del adulto. El resultado es una plastilina casera, su interés está en que han aprendido los ingredientes y el proceso de elaboración y no hay nada que produzca más satisfacción a los niños y niñas que fabricado por ellos mismos. Encontrareis videos en internet que os hablen de las proporciones de cada ingrediente.

Igual que para el segundo año de vida: proponemos las experiencias de pintura, arcilla, luz, música, y el cajón para la exploración.

Lo más importante en estos días es que los niños y niñas puedan vivir con serenidad y embarcados en sus propios proyectos la estancia en casa. Creemos que con estas propuestas se lo podemos facilitar, no nos hagamos los adultos los protagonistas de su juego porque entonces les estaremos dejando un papel de espectador inactivo. Compartamos momentos de juego con ellos y permitamos que tengan espacios propios de “estar solos” que no en soledad para que surja su iniciativa.

PINCELADAS PARA ENMARCAR LOS ENCUENTROS CON FAMILIAS

Nuestra mirada al niño y a la niña es de un profundo respeto y el acompañamiento en la crianza, que sugerimos y que desarrollamos, tiene que ver con este respeto. Pero respetar no significa abandonar al niño a sus propios impulsos y deseos, sino que supone ofrecerle un marco que le ayude a estructurar y a orientarse en la vida cotidiana.

Desde el punto de vista de la consideración del niño y la niña como un sujeto de derechos, nunca está justificado tratarle como un objeto, y ponerle en el lugar de satisfacer las necesidades del adulto y no las suyas propias. El niño y la niña son “personas que sienten, observan, recuerdan, comprenden las cosas, o las comprenderá si se le ofrece la oportunidad” (Falk J.)

En este sentido la palabra tiene un gran valor, la anticipación de lo que vamos a hacer con él para que se prepare, la explicación de lo que está haciendo, la significación de sus gestos… porque la palabra es lo más propiamente humano.

La niña y el niño son seres sociales, son personas en relación desde el momento del nacimiento. Tienen el equipamiento biológico suficiente para conectar y contactar con el adulto, porque necesita a otro que le aloje para construirse como ser humano. Necesitan, por tanto, establecer un vínculo afectivo con sus adultos de referencia para que a través de la interacción se ponga en marcha el desarrollo.

El adulto no solo ama al niño/a y le sostiene en sus brazos, pues el bebe necesita ser escuchado tanto su “no palabra”, como sus gestos, sus movimientos… y que estos adultos significativos se adapten a sus necesidades. Pero la primera dificultad es conocer cuáles son las auténticas necesidades de los niños y niñas.  A veces los adultos en nuestro afán de quererlos y protegerlos nos apropiamos de ellos. Aquí vamos a tratar de descubrir algunas de estas necesidades.

Conocemos por muchos autores que se han ocupado del desarrollo, que éste se pone en marcha a partir de una “suficientemente buena” interacción de cada criatura con su entorno.

Lo más importante que tienen que hacer los niños y niñas en sus primeros años de vida es conocerse a sí mismos, SABER QUIÉN ES ÉL, DIFERENCIARSE DEL OTRO Y REGISTRARSE A SÍ MISMO:  saber dónde están sus límites, que puedan hacer, que no pueden hacer, probarse y ponerse en juego (Wagner, E.)

Para esta gran tarea los consideramos personas activas con capacidad de autonomía, la que tiene en cada momento. No son seres DEPENDIENTES DEL ADULTO. Son personas que saben, que pueden, que son competentes con las competencias que tienen en cada momento de su desarrollo.

Pero para conocerse necesitan ponerse en acción, y en acción autónoma porque si les decimos lo que tienen que hacer, como tienen que jugar, les distraemos de su “sí mismo”, conocerán lo que quieren los adultos de ellos pero no lo que quieren ellos mismos.

Desde la mirada de la psicología genética, Emmi Pikler, Malaguzzi, Montessori, y las neurociencias se ha puesto de manifiesto lo importante que es la acción porque es a partir de ella como construyen el pensamiento y se construyen a sí mismos. El desarrollo en cada niño/a sigue su propio ritmo, lo que necesitan es que los adultos les demos tiempo, y no nos inquietemos con el “todavía no” ¿porque no cambiamos la mirada hacia el “ya si”?

Necesitan que los adultos comprendamos que no solo se construyen en la presencia total de sus figuras de referencia, sino que necesitan espacios de acción autónoma para que se sientan autores, para que puedan pensar. Los momentos intensos de interacción con el adulto les seguriza y esta seguridad les permite salir al mundo.

“La elaboración de los proyectos de acción es la manera que el niño/a pequeña/o tienen de pensar. Si le anulamos la posibilidad de organizar proyectos propios interferimos en su libertad de pensamiento (Beneito, N.)”

Otra de los principios que van a estar presentes en los Encuentros con Familias tiene que ver con la concepción del aprendizaje como fruto de la maduración interna. Aprender es una acción que se realiza en el interior de cada sujeto a partir de lo que tiene maduro, porque MADURACIÓN PRECEDE A APRENDIZAJE. Por tanto, no compartimos las prácticas de estimulación ajenas al interés y momento de desarrollo de cada niña y niño. Desde nuestra mirada eso es “entrenamiento”, y como nuestra mirada es considerarlas personas ACTIVAS y no REACTIVAS , no creemos que haya que entrenarlas.

Nuestra perspectiva es respetuosa con los aprendizajes desde la comprensión de que el niño y la niña aprenden lo que pueden aprender según la madurez actual, no lo que el adulto desea.

Tenemos la obligación de desear cosas buenas para nuestros/as hijos/as. Pero los niños y niñas son libres de ser quienes son. Algunas veces coincidará con los deseos de los adultos y otras no tanto.