En la Primera Infancia la red neuronal se conforma de manera extraordinaria y el ambiente, y todo lo que proviene de él, juega un papel crucial en el desarrollo del cerebro y en la construcción de los aprendizajes.
El ser humano nace con un equipamiento biológico de base que le permite desarrollar su humanidad, nace con las competencias básicas que se perderán si no se encuentra con un “otro” que le acoge y le sostiene. Es fundamental rodear al niño y a la niña de un ambiente afectivo y rico en el que nutrirse para que se sienta seguro y pueda embarcarse en la aventura de descubrirse a sí mismo y al mundo.
La Primera Infancia es la etapa más importante en el desarrollo de la persona desde el punto de vista neurológico, psicológico y emocional.
Los aportes de la pedagogía de Emmi Pikler y de Loris Malaguzzi, así como las de otras pedagogías activas nos han mostrado una idea de niño y de niña que compartimos y fundamenta la relación que establecemos con cada uno y cada una.
Consideramos que los niños y niñas son personas portadoras de derechos y valores; por lo que deben ser respetados y valorados en su propia identidad.
Cada niña y cada niño son seres UNICOS. Las diferencias tienen que ver con la historia de cada niño/a, con su equipamiento biológico, con el contexto en el que ha vivido hasta ahora y con sus referentes culturales. Esto tiene una traducción en sus procesos, sus intereses, sus ritmos y tiempos personales, en su manera de expresar corporal, verbal, emocional… por ello el acompañamiento que ofrecemos a los niños y niñas y a las familias trata de dar respuesta a esta diversidad natural, respetando su peculiaridad.
Cada niño y cada niña es un SER SOCIAL, porque ha necesitado de otro ser humano que le haya dado soporte afectivo para poder construir su propio YO. Trae de base un equipamiento que le permite desde el nacimiento establecer relaciones.
Cada niño y cada niña tienen capacidad de ACTUAR DE MANERA AUTÓNOMA, y de hecho lo hacen muy pronto a través del gesto y del movimiento. Para ello necesita seguridad afectiva, y que la persona adulta le ofrezca espacio y tiempo para poder expresar y actuar.
Establecemos con cada niño y niña y con cada familia una relación personal de escucha a lo que cada uno es y a lo que trae al espacio. Nos fijamos en las necesidades individuales de cada persona, sin hacer comparaciones, ni juicios, nuestra tarea está centrada en lo individual, en la mirada sobre lo particular.
Respetamos su proceso de maduración, sin forzar, sin anticipar, sin emitir juicios precipitados, sin tratar de acelerar el desarrollo, ofreciendo el acompañamiento que necesita, la palabra, el objeto, la mirada que le reconoce … la escucha (observación atenta) de todas las maneras en las que los niños y las niñas se expresan y se muestran es el recurso que tenemos los adultos para conocerlos y comprenderles.
Jugar es la acción fundamental que realizan los niños y niñas en la Primera Infancia. El juego es un derecho, es una actividad placentera que contribuye a su construcción personal, si son juegos autónomos, si responden a su propio deseo y no al deseo del adulto.
Todos los niños y niñas quieren, pueden y saben jugar a su nivel y con sus propios recursos motrices, manipulativos, cognitivos y emocionales. El juego es la forma de expresión fundamental de los niños y niñas, nos muestran su manera de ser en el mundo, hoy, aquí y ahora.
Un niño y una niña que es respetado en sus proyectos de acción aprende a pensar de manera autónoma y hacerse las preguntas que le interesan. Respetar su acción autónoma, tanto en el juego como en el movimiento, es respetar los procesos de organización del pensamiento.
El juego autónomo es la manera que tienen de comprender y recrear la realidad que les rodea. El impulso lúdico, el interés por jugar, surge de su propia motivación y fuerza interna por eso es muy importante respetar su deseo de cómo y con qué jugar.
Los adultos garantizamos las condiciones de seguridad afectiva, seleccionamos los materiales según su momento de desarrollo, diseñamos el espacio y ofrecemos tiempo para que puedan desplegar su propia acción.
Es muy importante que los niños y niñas aprendan por sí mismos a ponerse boca abajo, sentarse, gatear, pararse y caminar porque es la única garantía de que lo harán cuando estén maduros para ello. Así cada nueva adquisición no requerirá un esfuerzo más allá de sus posibilidades, con las crispaciones y tensiones musculares y emocionales que esto le supondría.
La satisfacción de conseguir, de superar cada desafío por sus propios medios, permite al niño y a la niña reconocerse como un sujeto competente, capaz de decidir, de elegir y superar obstáculos, desarrollándose como una persona autónoma.
Emmi Pikler demostró que todos los niños y niñas sanos conquistan todas las etapas del desarrollo motriz a partir de su acción autónoma
Es en el espacio de juego donde cada niño y cada niña aprende una particular manera de pensar, para ello es necesario tiempo y buen acompañamiento.
La estabilidad en el espacio de juego, en los dispositivos y en los materiales que les ofrecemos para jugar, es muy importante porque el juego es su espacio de experiencia, exploración y conocimiento.
Que pueda ir una y otra vez al mismo espacio con los mismos objetos le ofrece la oportunidad de dar continuidad a sus proyectos de acción, de ampliarlos, profundizarlos y probarlos.
Partimos de que las familias son las que mejor conocen a sus hijos e hijas y de su competencia para la educación de estos. Los profesionales conocemos los hitos del desarrollo infantil de cada edad, pero sólo en el compartir entre los profesionales y las familias se construye un verdadero conocimiento de cada niño y niña y la práctica educativa que necesita.