LA INFLUENCIA DE LA TELEVISIÓN, EL MÓVIL Y LOS JUEGOS INFORMÁTICOS EN LA PRIMERA INFANCIA

En estas semanas en las que el confinamiento nos obliga a reorganizar los tiempos y las rutinas,  mediadas en muchos casos por la necesidad de seguir tele-trabajando, vuelve a cobrar gran relevancia el debate sobre el tiempo de exposición de los niños y niñas a las pantallas.

¿Cuánto tiempo es recomendable que vean la televisión? ¿Qué influencia puede tener en ellos y ellas un tiempo de exposición prolongado? ¿Es interesante para  hacer video-llamadas con amigos y familia?

La televisión siempre ha sido, en muchos hogares, un medio muy presente en la rutina diaria. Pero en estos momentos tiene el peligro de convertirse en “ la niñera” de los más pequeños sustituyendo o interfiriendo el acompañamiento, el diálogo, el encuentro y la relación con sus figuras afectivas fundamentales, su propia familia.

Los niños y niñas se ven expuestos a este medio en edades muy tempranas, cuyo cerebro y emociones tienen una gran plasticidad. Las imágenes les transmiten valores, roles, actitudes, deseos,… que ellos asimilan con rapidez y de manera inconsciente. Nos quedamos tranquilos porque lo que ven son dibujos animados, pero ¿hemos hecho un análisis de los modelos que estos dibujos y películas animadas les transmiten?¿Cómo son los modelos de comportamiento, de relación con los otros, de resolución de conflictos que aparecen en ellas?, ¿Somos suficientemente conscientes de que son modelos a imitar y que esto influye en la formación integral del niño y la niña?.

En los primeros seis años de vida la imagen de la televisión les fascina, les atrapa y crea adicción. Les deja aprisionados sin posibilidades de elegir, de separarse del estímulo, ni de pensar, y en muchos casos sin posibilidad de comprender ni diferenciar la realidad de la ficción. Lo que ven existe y es real, por lo pregnante de la imagen que llama poderosamente su atención. Las situaciones de tristeza, de alegría, de conflicto de los personajes  las viven y sienten como reales pero sin posibilidad de influir en ellas, ni de manejarlas, provocando una adhesión emocional indiscriminada. Las imágenes se transmiten con gran velocidad y se fijan en el observador en este caso un observador con pocos recursos para utilizarlas de manera constructiva. En el caso de los niños y niñas menores de tres años esa fascinación les atrapa de tal manera, que aunque sea muy poco el tiempo de exposición, ya no buscan otra forma de entretenerse o jugar, enfadándose  de forma desmedida cuando no se les permite verla, sobre todo en momentos como la comida o la cena donde les distrae totalmente y les deja en una posición pasiva que no les ayuda a interiorizar este hábito.

La televisión en la primera infancia es poco aconsejable porque la necesidad esencial de los niños y niñas es la acción, el movimiento, la relación directa con las cosas y las situaciones, y la pantalla somete a los niños y niñas a una situación de inacción, a la recepción pasiva de estímulos, sin poder analizar, comprender, comparar, ni utilizar esas imágenes de manera creativa.

En conclusión podríamos decir que en los primeros seis años de vida los niños y niñas no deberían dedicar más de 30 minutos diarios . Este es el tiempo del que hablan los expertos pero lógicamente cuanto más pequeños ese tiempo debe ser mucho menor.  Siempre acompañados de los adultos ya que tanto la televisión como el ordenador deben ser un medio de aprendizaje y no de distracción.

Y ¿los juegos informáticos: TABLET,  ORDENADOR,  SMARTPHONE,  son convenientes en estas edades tan tempranas? ¿Cómo? ¿Cuándo?

Los juegos informáticos presentan una serie de limitaciones respecto a otras formas de juego:

  • Ofrecen una experiencia mediada de la realidad y hasta los 6/7 años los juegos más completos son los que les ofrecen una experiencia directa con las cosas. Ahora que no pueden salir al parque si pueden encontrar en casa, a través del juego con materiales sencillos o participando en las tareas de casa en la medida de sus posibilidades, aprendizajes para la vida que no pueden hacerlos a través de las pantallas, porque los niños cuando juegan son ellos en su globalidad los que se ponen en juego.

El teléfono móvil que tanto protagonismo ha adquirido en nuestra vida, acompañándonos en todos los momentos, adecuados y no adecuados, nos está generado a las personas adultas tal dependencia, que sentimos una especie de “síndrome de abstinencia” cuando no lo tenemos. Esto a su vez influye en las relaciones que establecemos con nuestras hijas e hijos, los cuales no entienden por qué lo miramos constantemente (en vez de mirarles a ellos) y a su vez les nace el deseo de cogerlo para ver ellos también. Nos sorprendemos y nos preocupamos de la adicción de algunos niños y jóvenes a las videoconsolas, tablet… pero nos olvidamos de que nosotros somos un modelo, su modelo. 

Estamos en la sociedad de la tecnológica y no podemos dejar fuera de esta realidad a los niños y niñas. Una de las soluciones es controlar el tiempo que dedican a estos juegos. En estas edades, los expertos aconsejan que entre 2 y 6 años el tiempo puede aumentar progresivamente en relación a los años pero no más de 30 minutos diarios a los 6 años. La pantalla tiene que estar a la vista del adulto y los juegos deben ser ajustados a su edad.

En el momento  tan complejo en el que nos encontramos, podemos cometer el error de exponer a los más pequeños a más horas de exposición a las pantallas de las necesarias, se impone  por tanto, la necesidad de planificar y restringir a un horario concreto, siempre el mismo y con la misma duración, el tiempo de consumo televisivo; por ejemplo antes de comer o del baño, donde ellos pueden entender muy bien cuando es el final y que no es imposición de la persona adulta. Apagarla en los momentos relacionados con el hábito de la comida o del sueño, los cuales deben aprovecharse para la relación y el diálogo íntimo con nuestros hijos e hijas y por último, en los momentos en los que no tengamos posibilidad de ver la televisión o el ordenador con ellos y ellas,  es preferible grabar de antemano materiales adecuados a cada edad y después comentarlos con ellos y ellas.

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