CONSTRUIR EL VÍNCULO AFECTIVO MADRE-HIJO/A
¿Cuál es nuestra mirada sobre los niños y niñas?
Los niños y niñas de la Primera Infancia no son criaturas incapaces, inmaduros… Los adultos tenemos que aprender a reconocerles su capacidad de ser activos en la construcción de sí mismos. “El niño-a es una persona, pero es el otro quién le ofrece la envoltura y el sostén necesarios para su desarrollo armónico. Por eso la gran importancia de la calidad de nuestra presencia, de la función de contención y sostén del nuevo ser” (Rosemberg F.; “Guía para nuevos padres”, ed. Continente)
El nacimiento de un niño-a
- Durante nueve meses crece en un mundo sin sobresaltos, flota en el líquido amniótico, que amortigua lo que ocurre en el mundo exterior, se alimenta y respira a través del cuerpo de su madre. No es mundo silencioso, percibe los sonidos por la respiración, el movimiento pero mecido y acariciado por el líquido y los tejidos uterinos, los sonidos de la respiración, de la actividad gástrica y los rítmicos latidos del corazón. Percibe situaciones de placer pero también de la tensión y malestar que experimente su madre.
- En el nacimiento se produce un pasaje abrupto desde este mundo, en el que vive replegado sobre sí mismo, donde no hay registro de necesidad a otro lleno de estímulos impactantes: luces, sonidos, contactos nuevos, bruscos, movimientos inesperados, la fuerza de la gravedad… Este cúmulo de experiencias debe ser suavizado para que no invada súbitamente al niño o la niña.
- Esta es la función del adulto que recibe a ese niño-a en sus primeros tiempos de vida: CREAR LA ENVOLTURA QUE AMORTIGUE EL IMPACTO DEL ENCUENTRO CON EL MUNDO EXTERIOR, ALOJAR A ESTE NUEVO SER.
¿CÓMO? ¿Qué TENEMOS EN CUENTA?
- El niño cuando nace no está totalmente desprotegido, trae consigo las herramientas que necesita para poder vivir: la capacidad de adaptación, que hace que rápidamente el organismo adecue el sistema respiratorio, circulatorio y digestivo al nuevo medio físico en el que se encuentra
- La posibilidad de comunicarse. Cuenta con un sistema de señales que expresan bienestar o malestar: tensión, crispación, descargas tónicas a través de movimientos desordenados, llanto…
- PERO… según sean las respuestas que demos a estas señales será la calidad de la relación que establezcamos con nuestro hijo/a.
Nos preguntamos ¿hay una única manera de responder al niño-a? Pensamos que no, es preciso conocer las necesidades reales de los niños y niñas y la manera en la que construyen su identidad para abrir la mirada de los recursos que podemos ofrecer, fortaleciendo la calidad del vínculo desde el sentimiento de sentirse escuchado.
¿QUÉ NECESITAN LOS NIÑOS/AS?…