HABLAR DE LA MUERTE CON LOS NIÑOS Y NIÑAS DE LA PRIMERA INFANCIA

INTRODUCCIÓN

La muerte es un hecho ineludible que forma parte de la vida. El temor que experimentamos las personas adultas ante esta situación hace que en ocasiones elijamos ocultar, suavizar y acabar dando explicaciones erróneas a los niños y niñas que les producen confusión.

Es habitual tratar de proteger a los niños y niñas y pensar que protegiéndolos de la muerte les ahorramos sufrimiento, pero esto no es así:  los apartamos de un evento fundamental al que tarde o temprano van a tener que enfrentarse (muerte de una planta, muerte de una mascota, muerte de un familiar muy cercano), es imposible evitarles todo el dolor. De hecho, si las criaturas crecen sin exponerse al “mínimo” sufrimiento, serán más propensos a la frustración y no desarrollarán las habilidades necesarias para afrontar situaciones difíciles con las que inevitablemente se van a encontrar

De nuestras explicaciones sobre la muerte dependerá la forma en que las criaturas vivan su primer duelo, que suele marcar las demás experiencias de pérdida que sufrirán y, especialmente, las experiencias de muerte que se encuentren.

PROBLEMAS PARA ABORDAR EL DUELO CON LOS NIÑOS Y NIÑAS

  • La muerte para nuestra cultura es un “tabú”, palabras como “muerte”, “muerto”, “moribundo” o “enfermedad terminal” nos impresionan y las sustituimos por otras expresiones que consideramos más amables, pero que alejan la realidad de la muerte, como: “Se fue”, “Nos ha dejado”, “Ahora puede descansar “, “Está en otro lugar “. 
  • Nuestro propio temor a la muerte y el impacto emocional que vivimos tras la pérdida de un ser querido, nos dificulta la comunicación a los niños y niñas y nos  aferramos a excusas como “Es muy pequeño”, “No lo va a entender”, “Se puede traumatizar “, “No es necesario que sufra“ y así le desprotegemos de un hecho tan cierto como la vida, la muerte, a la que antes o después van a tener que enfrentarse.   

QUÉ CONCEPTOS DEBEMOS TENER EN CUENTA PARA HABLAR DE LA MUERTE A LOS NIÑOS Y NIÑAS DE LA PRIMERA INFANCIA (0-6 AÑOS)

  • La irreversibilidad de la muerte, el objetivo es que el niño y la niña entienda que la muerte es permanente, que no hay vuelta atrás, que la muerte es el final de la vida. Las metáforas que utilizamos los adultos les confunden: “El abuelo se ha ido”, “el perrito se ha quedado dormido en un sueño muy largo”, para los niños y niñas de estas edades que interpretan la información de forma literal, quien se ha ido puede volver, quien se ha dormido puede despertarse. Evitar estas metáforas y explicar que la persona que se ha ido no va a volver. 
  • Universalidad: Todos los seres vivos mueren en algún momento. Los niños y niñas creen que aquello que les es cercano nunca va a dejar de existir. En un momento comienzan a preguntarse a quién afecta la muerte y la respuesta es que todos vamos a morir, este descubrimiento puede causarles temor. Para evitarlo, ante la temida pregunta “¿Y tú te vas a morir?, las respuestas que les podemos ofrecer para tranquilizarles son las que utilizan la postergación (ocurrirá con el paso del tiempo): “Sí, cariño, yo me voy a morir, pero cuando haya pasado mucho, mucho, mucho tiempo” o “Yo me voy a morir cuando tú seas muy mayor y puedas cuidarte solo”, “Claro, cariño, pero cuando yo muera tú serás más mayor, habrás hecho muchas cosas, habrás terminado el colegio, tendrás una familia, trabajarás…”.
  • La muerte tiene una causa física, es necesario que el niño y la niña entienda que la muerte se produce por una causa, que las personas no mueren de nada o sin una causa física y que todas las funciones corporales dejan de funcionar, no oyen, no nos ven, no hablan, no sienten dolor, no nos vigilan.
  • Es fundamental explicarles a los niños cuál ha sido la causa exacta de la muerte del ser querido. No hace falta entrar en detalles innecesarios, una explicación donde le contemos que el corazón de la persona fallecida dejó de latir, o que sus pulmones ya no funcionaban, o que su cuerpo dejó de funcionar es suficiente para que los niños y niñas pequeños comprendan las causas físicas que han provocado la muerte.
  • Cuando el niño y la niña entiendan que esas funciones se han interrumpido podemos explicarle lo que significa que una persona “está viva en nuestro recuerdo”, para construir estos recuerdos es importante hablar del fallecido con la máxima naturalidad posible. 

QUIÉN, CÓMO, CUÁNDO Y DÓNDE COMUNICAR LA MUERTE A LOS NIÑOS Y NIÑAS

  • Es aconsejable que se lo comuniquen las personas más queridas y cercanas a las criaturas. De manera calmada porque las emociones desbordantes pueden asustarles. 
  • La comunicación debe hacerse lo antes posible, en un lugar íntimo para que pueda expresar sus emociones con libertad.
  • No es necesario transmitir toda la información de golpe, se puede contar lo esencial y después a partir de sus preguntas añadir detalles. Sabiendo y asumiendo que habrá preguntas que no sabremos contestar. 

ACOMPAÑAR EL DUELO

Niños y niñas de 0 a 2 años

Entre los cero y los dos años no hay una comprensión de la muerte, hay una percepción de la ausencia de una figura con la que haya estado habitualmente en contacto y haya formado parte de su vida cotidiana.

Los niños y niñas de estas edades construyen vínculos afectivos fuertes con las personas de su mundo de cercano y cotidiano, son sensibles a los cambios que se producen en su entorno, viven el duelo asociado a la ausencia, pero siempre que haya tenido una relación estrecha y continuada (abuelos, tíos muy presentes). 

Los niños y niñas pequeños se expresan a través de sus emociones, pueden mostrarse más irritables, más llorosos, tener dificultades para dormir o comer… en su vida se ha producido una situación que rompe con la estabilidad precedente y lo muestran con el lenguaje que tienen disponible que es el corporal. Es la manera de reclamar que la persona que lo atendía regrese junto a él y se haga cargo de su cuidado como antes. 

A medida que el niño y la niña se van acercando a los dos años, hay una evolución de la memoria y el lenguaje, y las reacciones son más intensas: ya no sólo percibe la ausencia, sino que aparece el temor a que la persona querida no vuelva.  La expresión no es sólo desde la emoción, sino que puede ser verbal. Pueden producirse regresiones: volver al dedo o al chupete, pedir biberón, si comenzaban a controlar los esfínteres interrumpir el proceso, querer dormir con las figuras de apego, aumento de rabietas… 

La actitud de las personas adultas:

    • De comprensión de lo que el niño o la niña está sintiendo y de tolerancia a esta necesidad de volver a hábitos que parecían superados, o retroceder en algunos que estaban adquiriendo, como un recurso del niño/a para encontrar la seguridad y afrontar la situación, y poner palabras para que pueda comprender el proceso: “parece que necesitas el chupete porque echas de menos a la abuela”, “no pasa nada si no tienes mucha hambre, puedes comer más en la merienda”
    • Por las características de los niños y niñas de 0 a 2 años el acompañamiento en los momentos de duelo tenemos que proporcionárselo a través del contacto afectivo, amoroso, no invasivo, para que se sientan protegidos y seguros emocionalmente y luego con las palabras, sabiendo que seguramente no nos va a entender por el significado de las mismas sino por la sonoridad, por la suavidad, por el ritmo, por la relación directa con la mirada, su mirada y la nuestra en un encuentro, nos va a entender por la emoción que le transmitimos a través del contacto.
    • Mantener una actitud honrada y sincera, sin engaños, reconociendo y nombrando lo que estamos sintiendo los adultos: “hoy estoy triste porque se ha muerto la abuela y la echo de menos”. Son muy sensibles a las emociones y estados de ánimo de sus figuras de referencia, captan las emociones profundas que están viviendo, aunque los adultos traten de disimularlas. Si las expresamos empatizarán con nuestra emoción y además les estamos ayudando comprender las emociones y a poder expresar con legitimidad las suyas. En la medida de lo posible ofrecerles estabilidad y continuidad con lo que era, antes del suceso, su vida cotidiana porque es su marco de seguridad.

Niños y niñas de 2,5 años a 6 años

En esta franja de edad, más cuanto más pequeños conciben la muerte como algo temporal y reversible, creen que la persona está durmiendo, y piensan que puede despertar de ese estado en algún momento.  Están en la etapa de la imaginación, piensan que la persona fallecida vive de algún modo y puede comer, sentir frío o calor, oír, hablar, pensar y mirarnos desde donde se encuentre.

Es una etapa en la que el personalismo domina la comprensión de las cosas, su “Yo” se ha construido y se sienten tan potentes y competentes que pueden creer que los acontecimientos están ligadas a ellos. Es posible que en este periodo haya momentos en los que los menores piensen que la muerte es contagiosa, pero es debido al pensamiento mágico. En esta etapa aparece la sensación de creerse invencibles (se identifican con los superhéroes), es decir piensan que las personas a las que quieren y ellos mismos siempre estarán vivos. 

La actitud de las personas adultas:

A partir de alguna experiencia próxima (muerte de una mascota, muerte de algún familiar propio o de algún amigo, por alguna narración de cuentos, por una conversación en el cole…) o por maduración cognitiva, aparece la curiosidad por la muerte, y el temor a la propia muerte y a la de las personas de su entorno, así como su preocupación acerca de si van a estar cuidados o no. El niño y la niña se hacen muchas preguntas para poder comprender el mundo, es la época de los ¿Por qué?, el tema de la muerte será también objeto de su curiosidad y harán muchas preguntas del tipo: ¿Dónde está?, ¿Tiene frío, puede comer y beber?, ¿Puedo hablar con él o ella?, ¿Por qué no viene?, ¿Vendrá a mi cumpleaños, Navidades, …?

  • Los adultos tenemos que aprovechar las ocasiones que nos brindan los niños y niñas para hablar de la muerte, los acontecimientos cotidianos a partir de los cuales les surjan preguntas sobre el tema, y no esperar a que los acontecimientos sean tan próximos que nos impidan hablar con tranquilidad. 
  • Responder a las inquietudes que plantean los niños y niñas de manera clara (sin eufemismos), concreta, honesta y real. Si algo no sabemos responder lo reconocemos, no pasa nada por decir al niño/a: “No sé qué decirte, no puedo contestarte a eso porque no lo sé”. Sus preguntas son una oportunidad para conocer qué idea tiene sobre la muerte. 
  • Las ideas principales que es importante que les queden claras para la elaboración adecuada del duelo (Pto. 2): que es el final de la vida, irreversible, que tiene una causa física, que todos los seres vivos nos morimos…). Se pueden ilustrar las explicaciones con ejemplos cotidianos de la naturaleza (plantas y mascotas) y con las narraciones de cuentos.  
  • Mostrar una actitud comprensiva y empática antes las reacciones de los niños y  niñas durante el duelo: pueden aparecer conductas para comprobar la realidad de la muerte, como una negativa a comer a ver si viene el fallecido a alimentarle, rabietas, ansiedad en las separaciones de las personas que quiere, regresiones en los hábitos adquiridos, pesadillas, miedos… Esta actitud del adulto les proporciona la seguridad que en este momento necesitan, estando cerca para que sientan que sus cuidados están garantizados, hablándoles con sinceridad de nuestros sentimientos y emociones, permitiendo las regresiones, …

Bibliografía:

  • HABLEMOS DEL DUELO. Manual práctico para abordar la muerte con niños y adolescentes. Fundación Mario Losantos del Campo.
  • Gorosabel-Odriozola, M. y León-Mejía A., La muerte en educación infantil: algunas líneas básicas de actuación para centros escolares, Revista Psicología Educativa, Sep. 2015
  • Arnaiz, V. «Diez propuestas para una pedagogía de la muerte», Revista Aula de Infantil, nº 12 
  • Arnaiz, V., Moll M. «Listado de cuentos» Revista Aula de Infantil nº 12

¿QUÉ HACEMOS LAS EDUCADORAS Y EDUCADORES EN ESTE TIEMPO DE CONFINAMIENTO PARA ACOMPAÑAR A LOS NIÑOS Y NIÑAS Y A SUS FAMILIAS?

Este es el título del vídeo que hemos grabado desde la Cooperativa No Me Bajo de las Nubes con el que nos sumamos al resto de videos que han ido grabando, en este tiempo, nuestras compañeras y compañeros de las escuelas infantiles y casas de niños, así como el resto de profesionales de la educación. En nuestro caso, tratamos de hacer visible a la sociedad que es posible hacer Teletrabajo también en la etapa 0-3, y que las escuelas infantiles a las que no se les ha suspendido el contrato estamos haciendo este acompañamiento fundamental a los niños y niñas y a las familias.

Lamentamos que algunas instituciones de las que dependen las escuelas no hayan valorado la importancia de la tarea educativa que se realiza en el ciclo 0-3  también en tiempos de confinamiento, igual que en el resto de etapas educativas. 

Más allá de las propuestas idóneas para cada momento del desarrollo, está la importancia de mantener el vínculo de los más pequeños con un segundo entorno de referencia, en el que ya se han iniciado, como es la escuela o el grupo de crianza.

El acompañamiento en estas edades tan sensibles, donde todo se está empezando a construir, pasa por el acompañamiento a sus familias, ya que ellas son las que realmente educan.  De su tranquilidad, de su capacidad para observar y entender el momento que están viviendo sus hijos e hijas, de los recursos emocionales con los que cuentan para afrontar tantas horas tele-trabajando, en el mejor de los casos y realizando las labores de cuidado, depende también el estado emocional de sus hijos e hijas, su capacidad para la resiliencia. 

Que las puertas de un centro educativo se cierren físicamente, ante el estado de alarma, no significa que la relación educativa se pare,  que lo que allí se pone en juego pueda quedar en hibernación, hasta que las circunstancias permitan volver.

Nuestra aportación es modesta, pero sincera sobre el trabajo que a día de hoy se hace en los centros de educación infantil en cuarentena.

LA OPOSICIÓN, UNA ETAPA NECESARIA Y PASAJERA

La oposición en los niños y niñas debe ser considerada como una necesidad de afirmarse, aunque sea de manera negativa. Este deseo de afirmación es sano, el niño y la niña se afirma contra cualquier cosa mediante la oposición verbal o resistencia pasiva. 

Este proceso de adquisición de la autonomía llega a su punto culminante hacía la edad de 2 a 3 años y resurge intensamente en la adolescencia. 

Los niños y niñas por propia experiencia a partir del segundo año de vida comienzan a percibir el valor y el poder del “NO” por el uso que hacen de él los adultos, es una palabra mágica que detiene, que permite tener el control. El “no” ejerce un poder en el entorno. Hace reaccionar a las personas adultas. 

El niño dice NO, por muchas razones, no podemos saberlas todas, pero lo que si sabemos que no lo hace por fastidiar al adulto. 

Algunas razones son: necesita conseguir su autonomía, hacerse mayor, construir su identidad. El “NO”, le permite liberarse de la influencia del adulto, ser independiente, capaz por sí mismo. EL “NO” ES LA PRIMERA AFIRMACIÓN DE SI MISMO CONSCIENTE.  Al oponerse los niños y niñas crean una distancia entre ellos y la persona adulta. Manifiestan así su voluntad de ser únicos y diferentes. Tienen una necesidad de autonomía y de construir su identidad que se traduce en “yo puedo”, “yo sé”, “yo soy capaz”.

La oposición a los límites del adulto le permite también observar como reacciona éste cuanto él intenta traspasar un límite. 

Es necesaria una actitud de comprensión por parte de la familia del momento de desarrollo en el que se encuentra su hijo/a, es difícil para un niño/a renunciar a sus deseos inmediatos. Necesita tiempo y un adulto firme que sepa contenerle si no puede hacerlo por sí mismo. 

Con la oposición verifican la validez y estabilidad de los límites que le pone el adulto “eso que ayer no era posible, ¿puede serlo hoy?

¿QUÉ PODEMOS HACER PARA FACILITAR LA NECESARIA VIVENCIA DE LA OPOSICIÓN AL ADULTO MINIMIZANDO LOS CONFLICTOS?

No todos los límites, las normas, tienen la misma importancia, no es lo mismo “no coger cosas del suelo”, que “no salir de la acera”. Sería conveniente seleccionar los límites esenciales de seguridad y bienestar y con todos las demás abrir la posibilidad de negociar, de poder elegir, dar opciones, siempre que la situación lo permita. Los adultos tenemos que tener claro las reglas o límites que pueden tener margen a la negociación y las que no.

Algunas ideas: 

  • Como adultos no impacientarnos, no tener prisa, no subir el tono.  Las prisas generan mala resolución de los conflictos los niños y niñas necesitan tiempo. 

 

  • Favorecer las ocasiones en las que los niños y niñas tienen libertad para elegir, puedan decidir por sí mismos. «Por ejemplo elegir entre dos camisetas»
  • Los niños y niñas necesitan explicaciones y mensajes claros y precisos sobre nuestras expectativas. Explicar  simple y claramente lo que esperamos de ellos juega un papel muy importante, a través de una actitud firme, afectuosa y empática, entender lo que está sintiendo el niño y expresarlo: “entiendo que para ti es difícil dejar de jugar, pero ha llegado el momento de descansar, voy a prepararte la habitación y ahora vuelvo a buscarte para ir a dormir”. Evitar los tonos suplicantes que invitan al desafío,  la argumentación cuando no puede escuchar y los autoritarismos. Es importante anticipar a los niños y niñas lo que va a ocurrir para que puedan prepararse y mantener una regularidad (horarios, secuencia de actividades…).  
  • “Ser modelo” de lo que pedimos a los niños y niñas que hagan (“pedir, no quitar”, cuidar el tono de voz”, “recoger los objetos con ganas y placer” …). 
  • No consentir las acciones desmesuradas de los niños y niñas, que le pongan en peligro a él o a los demás (golpearse contra el suelo o la pared, lanzar objetos…). Hay que decirle que pare una vez, y si no lo hace pararle, impedir que lo siga haciendo, expresando claramente “esto no te lo voy a permitir”.
  • Mantenerse firme en el límite que se ha puesto, si este no es negociable, no sucumbir a las exigencias de la “crisis”. Si por gritar mucho el niño o la niña consigue lo que quiere, le estamos mostrando que esa es la manera de lograr lo que quiere y repetirá esta acción. 
  • Favorecer la autonomía, permitirle hacer por sí mismo todo lo que pueda, ofrecerle la mínima ayuda. No le sustituyamos en aquello que puede hacer. 
  • No esperar a poner el límite cuando el adulto ya está crispado, los niños ajustan su tiempo de reacción a la tolerancia de los adultos. Cuanto más tardemos en poner el límite más nos hará esperar el niño. 
  • Pedir a otro adulto que intervenga cuando os sintáis desbordados
  • Apoyar el comportamiento correcto de los niños y niñas, en tono objetivo y con pocas palabras: “has colocado los juegos en la estantería”.  Pone en palabra la acción adecuada del niño/a.
  • Acoger las acciones de los niños y niñas sin juicios y ayudarles a reorientarlas cuando no son adecuadas (por ej. un niño que golpea con un martillo de madera el xilófono, se le propone golpear con el martillo en el juego preparado a tal fin”). De esta manera estamos apoyando el deseo del niño de golpear, y se le sugiere una manera no destructiva. 
  • Puede ser útil en algún momento la ruptura del contacto. Durante un lapso no atiende al niño/a que se comporta de manera inadecuada, así el niño/a tiene la sensación de que no le presta atención

Los conflictos de OPOSICIÓN se pueden convertir en TIEMPOS PARA LA NEGOCIACIÓN, ofreciendo la posibilidad al niño de tomar decisiones dentro de un marco que sea seguro para él, pero sabiendo que hay decisiones que no corresponden a los niños y niñas. Es importante que los adultos respaldemos la necesidad de afirmación de los niños y niñas, asegurándoles un ambiente de confianza y estableciendo unos límites. Un marco de vida exento de límites y una libertad total, no le permiten oponerse. 

Bibliografía:

Bourcier S. «La agresividad en los niños de 0 a 6 años», Ed. Narcea, 2012

Tardos A., Vasseur-Paumelle «Reglas y límites, adquisición de actitudes» articulo del libro Claves de la educación Pikler Lozcy, Herrán E., 2018

LA INFLUENCIA DE LA TELEVISIÓN, EL MÓVIL Y LOS JUEGOS INFORMÁTICOS EN LA PRIMERA INFANCIA

En estas semanas en las que el confinamiento nos obliga a reorganizar los tiempos y las rutinas,  mediadas en muchos casos por la necesidad de seguir tele-trabajando, vuelve a cobrar gran relevancia el debate sobre el tiempo de exposición de los niños y niñas a las pantallas.

¿Cuánto tiempo es recomendable que vean la televisión? ¿Qué influencia puede tener en ellos y ellas un tiempo de exposición prolongado? ¿Es interesante para  hacer video-llamadas con amigos y familia?

La televisión siempre ha sido, en muchos hogares, un medio muy presente en la rutina diaria. Pero en estos momentos tiene el peligro de convertirse en “ la niñera” de los más pequeños sustituyendo o interfiriendo el acompañamiento, el diálogo, el encuentro y la relación con sus figuras afectivas fundamentales, su propia familia.

Los niños y niñas se ven expuestos a este medio en edades muy tempranas, cuyo cerebro y emociones tienen una gran plasticidad. Las imágenes les transmiten valores, roles, actitudes, deseos,… que ellos asimilan con rapidez y de manera inconsciente. Nos quedamos tranquilos porque lo que ven son dibujos animados, pero ¿hemos hecho un análisis de los modelos que estos dibujos y películas animadas les transmiten?¿Cómo son los modelos de comportamiento, de relación con los otros, de resolución de conflictos que aparecen en ellas?, ¿Somos suficientemente conscientes de que son modelos a imitar y que esto influye en la formación integral del niño y la niña?.

En los primeros seis años de vida la imagen de la televisión les fascina, les atrapa y crea adicción. Les deja aprisionados sin posibilidades de elegir, de separarse del estímulo, ni de pensar, y en muchos casos sin posibilidad de comprender ni diferenciar la realidad de la ficción. Lo que ven existe y es real, por lo pregnante de la imagen que llama poderosamente su atención. Las situaciones de tristeza, de alegría, de conflicto de los personajes  las viven y sienten como reales pero sin posibilidad de influir en ellas, ni de manejarlas, provocando una adhesión emocional indiscriminada. Las imágenes se transmiten con gran velocidad y se fijan en el observador en este caso un observador con pocos recursos para utilizarlas de manera constructiva. En el caso de los niños y niñas menores de tres años esa fascinación les atrapa de tal manera, que aunque sea muy poco el tiempo de exposición, ya no buscan otra forma de entretenerse o jugar, enfadándose  de forma desmedida cuando no se les permite verla, sobre todo en momentos como la comida o la cena donde les distrae totalmente y les deja en una posición pasiva que no les ayuda a interiorizar este hábito.

La televisión en la primera infancia es poco aconsejable porque la necesidad esencial de los niños y niñas es la acción, el movimiento, la relación directa con las cosas y las situaciones, y la pantalla somete a los niños y niñas a una situación de inacción, a la recepción pasiva de estímulos, sin poder analizar, comprender, comparar, ni utilizar esas imágenes de manera creativa.

En conclusión podríamos decir que en los primeros seis años de vida los niños y niñas no deberían dedicar más de 30 minutos diarios . Este es el tiempo del que hablan los expertos pero lógicamente cuanto más pequeños ese tiempo debe ser mucho menor.  Siempre acompañados de los adultos ya que tanto la televisión como el ordenador deben ser un medio de aprendizaje y no de distracción.

Y ¿los juegos informáticos: TABLET,  ORDENADOR,  SMARTPHONE,  son convenientes en estas edades tan tempranas? ¿Cómo? ¿Cuándo?

Los juegos informáticos presentan una serie de limitaciones respecto a otras formas de juego:

  • Ofrecen una experiencia mediada de la realidad y hasta los 6/7 años los juegos más completos son los que les ofrecen una experiencia directa con las cosas. Ahora que no pueden salir al parque si pueden encontrar en casa, a través del juego con materiales sencillos o participando en las tareas de casa en la medida de sus posibilidades, aprendizajes para la vida que no pueden hacerlos a través de las pantallas, porque los niños cuando juegan son ellos en su globalidad los que se ponen en juego.

El teléfono móvil que tanto protagonismo ha adquirido en nuestra vida, acompañándonos en todos los momentos, adecuados y no adecuados, nos está generado a las personas adultas tal dependencia, que sentimos una especie de “síndrome de abstinencia” cuando no lo tenemos. Esto a su vez influye en las relaciones que establecemos con nuestras hijas e hijos, los cuales no entienden por qué lo miramos constantemente (en vez de mirarles a ellos) y a su vez les nace el deseo de cogerlo para ver ellos también. Nos sorprendemos y nos preocupamos de la adicción de algunos niños y jóvenes a las videoconsolas, tablet… pero nos olvidamos de que nosotros somos un modelo, su modelo. 

Estamos en la sociedad de la tecnológica y no podemos dejar fuera de esta realidad a los niños y niñas. Una de las soluciones es controlar el tiempo que dedican a estos juegos. En estas edades, los expertos aconsejan que entre 2 y 6 años el tiempo puede aumentar progresivamente en relación a los años pero no más de 30 minutos diarios a los 6 años. La pantalla tiene que estar a la vista del adulto y los juegos deben ser ajustados a su edad.

En el momento  tan complejo en el que nos encontramos, podemos cometer el error de exponer a los más pequeños a más horas de exposición a las pantallas de las necesarias, se impone  por tanto, la necesidad de planificar y restringir a un horario concreto, siempre el mismo y con la misma duración, el tiempo de consumo televisivo; por ejemplo antes de comer o del baño, donde ellos pueden entender muy bien cuando es el final y que no es imposición de la persona adulta. Apagarla en los momentos relacionados con el hábito de la comida o del sueño, los cuales deben aprovecharse para la relación y el diálogo íntimo con nuestros hijos e hijas y por último, en los momentos en los que no tengamos posibilidad de ver la televisión o el ordenador con ellos y ellas,  es preferible grabar de antemano materiales adecuados a cada edad y después comentarlos con ellos y ellas.